ENTRE MUSAS Y UN CIGARRO
El escritor
duranguense
Karlo Toreles
abre la puerta
de su universo
habitado por musas,
para explicar a fondo
la base
de sus poemas y relatos.
"No hay luz verde cuando se trata del amor,
siempre pásate los amarillos y los rojos".
Karlo Toreles
escritor
En la mesa sólo había un libro de Murakami, una cajetilla
de cigarros, un encendedor, y una taza de té de menta. A
pesar del ruido que llegaba desde la avenida más transitada
de la ciudad, el interior del pequeño café era solamente tranquilidad.
Eso es lo que experimenta Karlo Toreles, quien adoptó desde hace tiempo,
ese lugar como su favorito para beber té, fumar y crear.
EL ARTE DE ESCRIBIR
Escribe para resolver sus problemas.
Por eso lo hace cuando está más consciente de lo que
sucede a su alrededor, o cuando experimenta algo
fuera de lo normal. Descubrió su amor por las letras
gracias a las cartas, que están en su vida desde los seis años,
cuando creía que llegaban en un día sin importar la distancia
entre el remitente y el destinatario.
Pero una carta pierde gran parte de su esencia si no es
enviada por correo, y Toreles nunca olvida este paso.
"Soy todo un dinosaurio", afirma.
A las cartas se les unieron novelas y poemas, con personajes
sacados de su día a día. Mas las historias que cuenta se
componen de muchas piezas: mujeres, vino, whisky, la noche,
la soledad, la arquitectura colonial, las personas desconocidas
y Frank Sinatra, entre otras.
"Cada elemento lo veo como una nota musical", menciona,
"y trato de plasmar esos momentos en que se unen
en la medida exacta para crear un instante sublime".
Sin embargo, su ingrediente principal es el amor.
EL PRINCIPAL COMBUSTIBLE
A todas las definiciones que existen de este sentimiento,
se une la de Karlo:
"El amor es el primer pestañeo que viene antes y después de soñar".
Así, admite sin dudar que es "su principal combustible" no sólo al momento
de escribir, sino de vivir.
A pesar de que el mundo pareciera volverse más virtual,
con una pérdida importante de sensibilidad, el escritor
duranguense piensa que el "morir de amor" es una condición
inherente a los seres humanos y que existirá
"mientras haya una persona lo suficientemente
noble y valiente como para encarar las situaciones
que se presenten en su relación".
Karlo Toreles también nos da un consejo:
en la medida exacta para crear un instante sublime".
Sin embargo, su ingrediente principal es el amor.
EL PRINCIPAL COMBUSTIBLE
A todas las definiciones que existen de este sentimiento,
se une la de Karlo:
"El amor es el primer pestañeo que viene antes y después de soñar".
Así, admite sin dudar que es "su principal combustible" no sólo al momento
de escribir, sino de vivir.
A pesar de que el mundo pareciera volverse más virtual,
con una pérdida importante de sensibilidad, el escritor
duranguense piensa que el "morir de amor" es una condición
inherente a los seres humanos y que existirá
"mientras haya una persona lo suficientemente
noble y valiente como para encarar las situaciones
que se presenten en su relación".
Karlo Toreles también nos da un consejo:
"No hay luz verde cuando se trata del amor,
siempre pásate los amarillos y los rojos"
LA IMPERFECCIÓN DE LAS MUSAS
Hombres como Monet, Pedro Almodóvar o Xavier Velasco
transformaron la percepción de las musas y lograron que
más allá de ser simples adornos en el arte, tuvieran
un rostro y un nombre reconocibles. Karlo se une a este
grupo, y las convierte en auténticos impulsores
de los mundos que crea.
No adopta a una o dos. Para él, una musa puede aparecer
en diferentes cuerpos: desde una mujer que camina por la calle
con su hija de la mano, hasta las que llama "las flores lindas",
es decir, aquellas con las que en algún momento cruzó
la mirada, sin necesidad de llegar a algo más.
El proceso de convertirse en musa se divide en dos partes:
"que corresponden a las maneras en las que un
hombre se enamora de una mujer", explica.
La primera es la súbita, la del amor a primera vista.
La segunda es la que surge gracias a una continua convivencia,
en donde la paciencia es clave, y en la cual "se descifra el
por qué entornan los ojos mientras hablan, o por qué
no usan aretes ni maquillaje", indica. Ya sea que se
parezcan o, por el contrario, sean totalmente diferentes,
guardan una cosa en común: no son perfectas.
"En eso recae que sean musas, en su imperfección".
Al terminar el té, la cajetilla contenía la mitad de lo
que al inicio llevaba en su interior. Fuera del café, la vida continúa
sin alteraciones.
¿Cuántas musas habrá encontrado hoy Karlo Toreles?
Sólo él lo sabe.
Sac-Nicté Calderón
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