lunes, 15 de diciembre de 2014
domingo, 7 de diciembre de 2014
martes, 25 de noviembre de 2014
Autorretrato
Oyes My funny valentine, con Chet Baker (Unissued version), es de noche, la niebla comienza a cubrir literalmente la ciudad, de poco a poco, de forma visible, y sabes que consona con el sentir. El flujo de los días, hasta el presente, han sido destapados de las botellas. Similar a tomar por el filo la navaja, es cuando ves las circunstancias desde otro ángulo. Te hiere. Surge la sangre.
Te has reinventado tras cada muerte. Desde la primera resurrección el candado del olvido a los números seriales procuró desaciertos.
Puede que no existan más letras,vocablos, verbos, o que sólo termines Lonsdaleite y el Archivo. Mas ambos, todos, sabemos que el éter, la adrenalina, el alcohol y el fuego harán una hoguera memorable.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Extracto: Archivo: André Lovedy Estatus: Desclasificado
-¿Oyes
cómo las gotas golpean el vidrio?
-Me
gusta-. Vestido por completo, acercó una mano a ella sobre su cabello rubio.
-No
has comentado nada de mi nariz-. André siguió contemplando hacia el frente y
Collins dijo-: Te lo agradezco.
-¿Cuándo
pasó?
-Me
operé un año después de vernos por última vez.
Sin
embargo él ya había notado que la nariz aguileña fue sustituida por una más
recta y bella.
-Ah…
-André,
¿porqué siempre te quedas ido?- añadía tras un silencio largo.
-¿De
qué hablas?
-De
repente es como si tu mente se fuera de la habitación donde se encuentra tu
cuerpo. Es algo que sólo en ti he visto. No te preocupes, ya me acostumbré
desde que estuve en tu casa… sin ese lapsus desconfiaría de ti, de que seas el
mismo.
-Supongo
que a veces me pasa.
-Pero…
¿Porqué?
Mas
André no supo qué responder. Sentía que ella era honesta, que hablaba de una
situación a la que ya se había aclimatado pero que desconocía su procedencia.
-Violeta,
así déjalo… Oye… prefiero el Lago de los
cisnes, a El Cascanueces.
-No
sé tanto de música clásica. Quien me lo inculcó solía beber oyendo eso, y… no
sé, es agradable, me solía contar lo que le venía a la mente, sus
imaginaciones… y pues se me quedó. Son de esas cosas que a uno se le pegan y
sigue haciendo como para recordar a las personas que se lo enseñaron.
-Como
el vino español…
-Sí…
Ahora, por inercia, suelo poner un disco así antes de dormir o cuando bebo, y tú eres sinónimo de ambos verbos.
-¿Dormir?
-Más
bien beber y la cama.
Sin
preámbulo rieron en un sostenido toque de violines que se dejó escuchar proveniente
del estéreo.
-Me
gusta cómo hablas ahora…
-Lo
sé, ya no más asegunes o dijistes.
-Oye,
¿esta casa es tuya o de tu…?
-Amor, como bien me enseñaste, eso de
casada, novia, querida, no es algo a lo que le dé importancia, si no a si es
compañero de vida, o no. Así que… Mira, esto que ves, lo que llamas mi casa, lo he logrado de poco a poco y
aún me falta. No siempre seré joven y hermosa.
“Un
hombre puede tener riqueza, poder y valor, tanto como a una mujer le pertenece
su belleza y astucia- pensaba André-. Cada uno de ellos sabe que lo perderá, o
al menos, disminuirá en gran medida con el tiempo, por eso tratan de retenerlos
a toda costa”.
Luego
expresó:
-¿Conoces
una pintura llamada Mujer…?
-Fértil...
Sé cuál es... ¿Por qué lo preguntas, André?
-Pertenece
a un cliente, y él la compró a tu amigo diseñador de modas, Lupercio Machado.
-Entiendo
ahora. Por eso fuiste a conocerlo a su evento… Digamos que no es mi amigo
amigo; más bien es cliente.
-Ya
que no pudiste conseguirme un pase, tengo que abordarlo en cuanto salga de ahí.
-Lo
siento, Amor.
-¿Sabes
dónde la adquirió?
lunes, 10 de noviembre de 2014
Freno del tiempo
Habías dormido tantos lunes
que las líneas de la costa se aclararon
el freno del tiempo atrapó tu mirada
tu aliento, cada cauce de silencio.
Aun evoco la lenta mañana que en tu mano
amaneció la alianza tras dos años.
sábado, 8 de noviembre de 2014
Quizá (the awaiting priest)
Quizá, la
palabra perfecta
para describirte:
Cúmulo de
recuerdos unidos a tu anagrama
supuestos con
todo incluido
metáfora
intacta
la sinagoga sin
muros
y un efluvio
constante de boleros.
La marea nos
inundaba
no quedó
resquicio sin tocar,
su oleaje arrasó
las tinieblas:
Yo te pienso,
yo te pienso.
Quizá, la
palabra indestructible
tatuada a nuestra
historia:
Hubo tiempos
que de la mano caminé con la muerte,
fue brújula
intemporal de mi sombra.
Me faltó el
aire en tu presencia,
y tu ausencia
hizo que el viento me llevara:
Yo te pienso,
yo te pienso.
Quizá, este
otoño
sea como cada
año:
El pozo lleno,
le mesa puesta y el café servido
aguardan la
llegada del periódico.
Yo te pienso,
yo te pienso.
Quizá dormimos
y te desperté:
Visto la
armadura con que me conociste
su tacto suave
y el color negro
perduran
protegen
privan los
efectos de tu lanza:
Yo te pienso.
Yo te pienso.
Quizá, tu
significado
sea incierto:
Acallo los
augurios que me preceden,
recibo golpes y
me levanto,
sabes que ningún
panteón podrá tenerme.
Yo te pienso,
yo
te pienso.
Quizá, es tan
pequeño el mundo
como para
encerrarlo en un anillo.
Quizá el tal
vez del sin embargo
alcance la
oportunidad.
Quizá las
pesadillas forman parte de los sueños
y en sándalo,
se curan las heridas:
De noche los
retratos cobran vida,
bajo lluvia el
alba se alza,
mis suspiros te
pertenecen
cada vez que te
pienso.
jueves, 16 de octubre de 2014
Puente museo
Je veu Copihues |
Teníamos la pintura y los violines en puntillas,
caracoles bajo la casa
marfil en lámparas de aceite.
Teníamos el balcón lleno de geranios
remedios caseros para los enigmas
augurios contra la malaria.
Tuvimos de ilegal lo mismo que camas de piedra:
Se dilataron las miradas
temblaron las ramas del cerezo:
Había llegado la época de reunir el rompecabezas
sembrarlo en una botella
al leer la vida de Ángel Zarraga en muros discontinuos.
domingo, 5 de octubre de 2014
miércoles, 1 de octubre de 2014
Nota
Hay ciertas cosas que sólo a media luz se hacen.
En mi caso:
las confesiones,
conversar
romperse
fumar
sentir la música
decidir el sitio de los siguientes mil pasos
y
escribir
martes, 30 de septiembre de 2014
Carta a la medianoche
Tenías de enemigo el crónico aparecer de la depresión psíquica, el resucitar de los dinosaurios, y al humo que rodea el alma del viento. A través de los inciensos en las paredes se ciñeron tu paso y permanencia en este holograma, clave de enigma, yugo de la eternidad. La juventud se iba quemando mientras en otras lenguas se ocultaron los sentimientos. Como un libro recomendado, se perdió en el vacío el tiempo de las conversaciones que terminan por falta de dinero, mas luego se sembraron estaciones, aromas, sombras de transeúntes a cada espresso bebido durante las imágenes. Aguardar a tu hilera de faroles se volvía la premisa. En imagen e imaginación se construyeron los mundos rutilantes, la oferta de un acosador, y el sonido de las grullas. El fuego y la comida y el chaleco salieron de la mochila el fin de semana, y aún no los devuelvo por que la lluvia continúa el ritmo del Blues. En movimiento telúrico se levantó tu decisión contra la decidia, enfrentándote a la música, hablando con la simpatía de las sirenas. Con mis botones presionados, no hubo abismos sin llenar con miserias del ayer. Ahora que no hay temor del pasado, cubres los cuatro puntos cardinales de mis coordenadas. ¿Sabes? esa palabra ha sido el eje de cada carta anterior, en las que los cambios se padecían al sentirlos recorrerme. Y sin conjuros ni esperanzas, las oportunidades se presentaron bajo plenilunio. Todo puede pasar, no hay sorpresas. Hoy, que vi al verdadero Kasián personalizado en su retrato, oímos I'm a fool to want you desde el otro lado del sentimiento. Enmarañada de metáforas y sombras y realidades, el mensaje se traspuso a las edades. Si en un momento partí, el tiempo bebido como vino llevó el cauce hasta la causa que, un día, hace días, se resbalaron lágrimas hasta el bosque. Equivocaciones: innumerables. Aciertos: Sólo uno: Ser al lado de la sombra que comprende, que siente, que inspira al ajedrez partido.
Ahora que ha girado la Tierra, sé que seré el mismo tótem que idolatra tu infancia en el transcurso al ahora. De aquellas tres páginas de los muertos que aman se aclara la creencia. De guerras y batallas estuvo sembrada la senda al bajío, y con mis refuerzos frescos, puedo lanzar un grito al aire para llegar hasta tu sonata.
Ahora que ha girado la Tierra, sé que seré el mismo tótem que idolatra tu infancia en el transcurso al ahora. De aquellas tres páginas de los muertos que aman se aclara la creencia. De guerras y batallas estuvo sembrada la senda al bajío, y con mis refuerzos frescos, puedo lanzar un grito al aire para llegar hasta tu sonata.
martes, 23 de septiembre de 2014
Bebé (madre)
Fuente de vida
búsqueda interminable de eternizar al éter:
De noche oír a Lennon hablar de amor
por la tarde Tchaikovski
hasta que en Navidad la juventud diga adiós
a las armas
al miedo
a
los estigmas:
Que empiece
su mensaje
"Un día menos para ese algún día"
y devuelva la pieza perdida en una catedral indomable:
Quizá haya flores que te aguardan en el refri
una botella vacía por mi impaciencia
y la cama destendida
pero la música nunca faltará
bebé
empieza de nuevo
otra vez,
y así hasta disolver el hueco del anillo:
Toma el tiempo como vino
y al vino sírvelo en las copas invertidas:
Coloco otro álbum
bebé
junto a tu colección de historietas:
¿Oyes el juego de hologramas que danza en barriles?
Sí,
bebé
es la flama de tu candela
muchacha:
Qué rojos tan intensos envejecieron
las ruedas giraban
y te leía Neruda bajo las estrellas:
Para ti el siempre es ahora
bebé,
ese nunca jamás llega
y de tu mano camino hasta mañana:
Descansa
héroe felino de sueños delgados:
Tu profundidad anida en los arcoiris escondidos en la montaña.
viernes, 19 de septiembre de 2014
domingo, 7 de septiembre de 2014
Casablanca
Anoche dijimos muchas cosas. Dijiste que tenía que pensar por los dos y bien, lo he hecho. Y te diré una cosa: vas a subirte en ese avión con Victor, a quien perteneces.
lunes, 1 de septiembre de 2014
Déjate los aretes
cuento de 2009
“Déjate
los aretes, me recuerdan a tu madre. Son los mismos que traía, el mismo color,
un poco menos brillante, en la misma juventud se posan, con la misma forma de
semicírculo”, me dijo mi padre el día de mi boda.
Ejemplo
de vida fue su amor por mi madre, Kiara Dolly, convertida en Kiara de
Casseignau el veinte de Noviembre, de un año, de una época pasada.
“Me
gusta la forma particular con que iluminas tu derredor”, fue la frase con que
ella cedió, sus muros cayeron, ella cayó, sobre los brazos de Seoane, Seoane
Casseignau.
Los
días suben y caen, se suman y se van. Son como las hojas de este otoño, presas
del viento, desvaneciéndose en la distancia y el olvido, como un amigo que
parte en un viaje. Noviembre inicia entre los remansos de un viento que se
escurre por las calles, entrando por piernas y árboles, entre cabellos y ramas,
desarreglando el follaje, peinando las cabezas, o despeinando a las mujeres sin
velo ni sombrero. Se acerca el aniversario, o lo que sería uno más, el
treintaicinco.
Recuerdo
los días en que mi padre dormía a la luz de mi mirada, descansando las doce
horas de labor entre máquinas y herramientas, con los compañeros exudando
esperanzas por alimentar a sus familias, ansiando llegar a casa para continuar
con la rutina de siete días. Siete días desaparecía antes de mi despertar, y, a
su regreso, mi padre cenaba los garbanzos como si el banquete perteneciera a la
nobleza, sin despreciarlo, sin pedir más de lo que le tocaba por ración y
ocupándose de que los demás estuviéramos plenamente satisfechos. Mis tres
hermanos, mi madre y yo, hacíamos lo correspondido, ella se afanaba en sacudir
el polvo que se rociaba entre los muebles y el suelo, quitando el lodo de las
prendas, algunas veces con lágrimas, otras sólo con agua y jabón. Giovanni, el
mayor, pero de más baja estatura, había conseguido un trabajo como peón de una
miscelánea, cargando abarrotes para después descargarlos y formarlos en los
anaqueles, eso, después o entre fricciones de la mopa para lustrar el linóleo.
Conforme
crecía, vi cómo los miembros de mi padre adelgazaban con la edad, incrustándole
también agujas blancas sobre su cabello, multiplicándose, hasta que las pocas
restantes coloreaban los costados de su cabeza. Un encorvamiento sobre su
columna se montó, disminuyéndole la estatura.
Un
cabeceo, leve, perceptible desde cerca, un tanto perceptible de la lejanía, fue
la invitación que mi padre extendió a mi madre, pero, en aquellos tiempos, como
Seoane se dirigió a Kiara. Él estaba descansando el peso de su delgado cuerpo
contra una pared en el extremo de la pista, Kiara, rodeada de mujeres jóvenes,
se encontraba del lado opuesto, sentada en una de las veinte mesas con manteles
blancos, detenidos por jugueteos de parejas por debajo, y por un arreglo de
camelias adornando las tres velas encendidas, con perfumados olores de
vainilla.
Kiara
recorrió entre parejas la pista, continuando con la invitación de Seoane,
discretamente disimulaba la sorpresa, colocando sobre su rostro una máscara de
indiferencia, con un toque de elegancia, la que su vestido; regalo de su abuela
a la mía, y de ella a Kiara; no podía dar para entonces. Así; cargada con el
aroma de finas gotas del perfume de su mejor amiga, Zuhey; acercaba su amplia
cadera que contrastaba con la falta de escote. Para ser una veinteañera, haber
sorteado entre pocos pretendientes y con la nariz curveada, sentía aún
esperanza por parecer atractiva ante algún joven, valiente, aventado, capaz de
cruzar el puente que su imagen representaba, capaz de llegar hasta el mundo
perdido que se escondía tras la maleza que en días normales, sin fiesta, eran
sus cabellos.
Seoane,
hombre solitario que asistió a la milonga por invitación de un volante
adquirido en la plaza principal, uniformado con la poca confianza que un par de
zapatos con un agujero en la suela dan, pero con lo mucho que un traje; que le
quedaba grande y era prestado; ofrece. Había decidido, después de dos horas,
atreverse a invitar a bailar a una chica. Su par de anteojos era como un parche
de pirata, cubriendo con el espesor de la lente el ojo izquierdo torcido.
Defecto congénito fue descrito por la enfermera a su madre, pero él
orgullosamente lo nombraba: marca de coquetería innata. Desde entonces, y hasta
donde lo recuerdo, siempre tenía, a lo mucho, dos centímetros de cabello sobre
su cabeza, cuidando que la cera o la vaselina acomodara algún rebelde que
quisiera escapar al orden, la disciplina, la que estaba íntimamente pegada a su
forma de vivir, y lo deseaba mostrar hasta en su manera de peinarse.
Un
violín friccionó las cuerdas, y al fondo unas manos hacían estremecer los tambores.
Tras un corto periodo, otro violín hacía su aparición, acompañado de un furtivo
acordeón. La canción no era veloz, sino era rápida la inteligencia de Seoane
para mover a Kiara. La canción no tenía letra, por lo tanto, no había cantante,
pero esto era lo ideal al momento.
Desde
el inicio de los segundos violines, Seoane tomó con sus dedos huesudos a Kiara.
El pulgar izquierdo servía de sostén a los cuatro dedos derechos de mi madre,
anudados por los cuatro de la mano izquierda de Seoane. La mano derecha
sujetaba la espalda baja de Kiara, y sus mejillas comenzaron un acercamiento. Los
torsos se unieron, y el palpitar de sus corazones comenzó a vibrar al unísono.
Con la velocidad y las pausas de la música, ambos movían piernas y pies sobre
la pista, dejando a los inútiles en el centro, ellos estaban muy ocupados
recorriendo el borde, mostrando sus afinidades al público. Kiara hacía ochos, y
algunos recules fueron vistos por primera vez en aquella ciudad, todos
provenientes de la pareja. Los ganchos intercambiados, por Kiara y Seoane,
hendían el aire sin resistencia.
Ambos
tenían la mirada ausente, observando hacia la espalda de los demás. Parecía que
Seoane pensaba en su trabajo en Palermo. Simulaba Kiara ayudar a su madre en
Mar de Plata. Pero ambos mantenían el ritmo, notándose su presencia en la
pista.
Al
girar, los cabellos de Kiara, reunidos en su nuca estrechamente en chongo,
comenzaron a sufrir embates del humo en silencio. Los músicos detuvieron un
segundo los violines, dejando paso a un melancólico piano.
Encendido
el estéreo, el hombre sostenía las manos en el volante. Sinatra lo incitaba a
hundir el acelerador. Olvidó su propio nombre, el destino le era incierto, y
sólo recordaba que el alcohol inundaba su sistema. La noche comenzó hablándole
lentamente, y sobre su boca ya no veía el vaho que observó antes de ingresar en
el coche. Deteniéndose en un semáforo, acomodó el retrovisor para ver sus
ojeras. Conocía esa imagen.
-Santiago-
se dijo-. ¿A dónde vas?
Sintió
la inercia de la voz, escurriéndose al asiento. La cuarentaicinco estaba
deslizándose bajo los neumáticos, y Sinatra dejó paso a Billie Holiday.
Deteniéndose a un costado de la carretera, de su saco negro extrajo el
encendedor.
La
flama brillaba en las velas, y un aroma de vainilla percibió Kiara. Sentada
junto a Seoane, conversaban silenciosamente de lo que en Alemania acontecía.
-Dicen
que ya tomó Polonia.
-¿En
serio?- preguntó Kiara.
El
perfumado pino se balanceó en el retrovisor, y Santiago regresaba a la cuarentaicinco.
-Martha
Lucía… pronto estaremos en Guanajuato- dijo Santiago al asiento del copiloto.
El cigarro se sostenía en sus labios, y el humo ondeaba al exterior por la
ventanilla, dejando ingresar un helado clima invernal.
-No
te preocupes, por la mañana ya nos esperan en mi casa. Podremos pasear por el
Jardín de la Unión, visitaremos la alhóndiga de Granaditas y tomarás la
fotografía del Pípila- contestó Lucía.
Al
costado del coche de Santiago pasó un tráiler, y unas luces desde el frente
cegaron momentáneamente a Santiago.
Brillando
vibrante, las tres velas quedaron en la mesa, viendo partir a Kiara del brazo
de Seoane. Ambos habían quedado de acuerdo: Los nazis estaban en Argentina. Violentamente
las cuerdas comenzaron a estremecerse, y los acordeones alargaban sus vientres.
Con esas arrugas, el sonido escapaba por los orificios en los costados. Mientras
bailaban, una minúscula gota de sudor escurrió desde la frente de Seoane. Kiara
no la vio, su vista resguardaba los pasos hacia atrás de su pareja. Un piano se
sumaba a la melodía, y el ritmo lo dirigía el acordeón. Seoane desplazó la
punta de su pie en el suelo, describiendo una curva frente a Kiara. Disfrutando
del tango, las parejas de la pista mantenían, al desplazarse, unidos los
talones. La manera en que avanzaban o retrocedían, era muy similar entre todos:
acariciando el suelo, las suelas de zapatos negros y las de zapatillas de tacón
medio.
Sintiendo
la suela unirse con el pedal, Santiago despabilaba sus ojos. El tráiler lo
había cegado un instante. Ya podía ver más claro a Lucía. Colocando la mano
derecha sobre el muslo de la joven, comenzó a decirse:
-Es
hermosa. Sus cabellos ondulados le dan un brillo que ni mi madre tenía. Cuando
sonríe, sus labios son como dos gajos de toronja, pero estos son dulces, no
ácidos.
-¿En
qué piensas?- preguntó Lucía.
-En
que el tráiler iba muy rápido, ¿no crees?
-Sí,
se me hace que pudo haber ocurrido un accidente. Es lo malo de manejar de
noche. Oye, tus canciones son muy viejas.
-Ya
sé…
-Quítalas-
dijo Lucía. Su voz era suave pero en tono firme.
-No.
Me recuerdan a ti. Y cuando estoy triste me alegran. Si estoy solo me gusta
escucharlas.
-Pues
no me gustan. Mejor pon a Shakira, o algo por el estilo…
Santiago
la interrumpió con una sonora carcajada, haciendo que un poco de ceniza cayera
sobre sus piernas.
-Me
disgusta la gente que fuma- dijo Kiara al oído de Seoane.
-A
mí también- contestó, pero en su mente pensaba: “Lo bueno es que no le he dicho
que fumo de vez en cuando. De hecho ni le he preguntado su nombre. Claro,
hablaste con ella y ni se te ocurrió preguntar lo más importante. Bueno, ya no
pienses, ya te pisó dos veces, deja de pensar”.
-¿Ves
el humo que ronda aquí?- preguntó Kiara, mirando la pista de baile, las mesas
en el fondo, y las parejas que los rodeaban.
-Sí.
Las
partículas eran heladas, y sobre el horizonte alumbraba un color azulado,
semejante a la espuma del mar pero en azul, y tenue. Flotaba la bruma a pocos
centímetros de la cuarentaicinco, dejando que la luna se escondiera detrás de
ella.
-¿Qué
es eso?
-No
sé. Será mejor que encienda las luces altas- contestó Santiago.
Ingresando
el coche en la niebla, la luz de los faros se estrellaba en la vaporizada
nebulosidad al frente del coche. No podía verse más allá de quince metros, y un
pequeño temor nació en el alma de Santiago, el que prontamente ocultó de Lucía.
No debía mostrar inseguridad, y al ver que estaba con quien pasó los momentos
alegres de su vida, le dieron una calma que ofuscó el temor.
-¿Te
pisé?
-No
te preocupes. Disculpa… ¿Cuál es tu nombre?
-Kiara
Dolly. ¿Y el tuyo?
-Seoane
Casseignau. Mucho gusto.
Kiara
sonrió, y preguntaba sobre la vida de Seoane. Él le decía que trabajaba de
mensajero en Palermo: Es temporal, había dicho.
-¿Te
parece que te acompañe a tu casa?
-No
sé…- contestó Kiara.
-No
deberías andar sola por ahí, ya está haciendo frío y es tarde- al fondo de los
músicos, detrás de la mujer que tocaba el piano, un hombre borracho subió con
los músicos, acompañado de su botella de vino.
-¿Estás
bien?
-Sí-
respondió Santiago, pero en su mente dibujaba una respuesta más concreta. La
niebla era más densa que antes, los faros no significaban un contrincante a la
medida adecuada.
Cuando
iba a contestar lo que pensó, Santiago veía cómo Lucía estaba quieta junto al
coche. Le extrañó, pero decidió acompañarla. No escuchaba ruido, y un susurro
parecía provenir desde Lucía: “Ven, acércate mi amor. Santiago, no temas…”,
decía la muchacha. Santiago se acercó a Lucía, y recordó que no había abierto
ni cerrado la puerta del coche, probablemente las llaves continuarían en el contacto.
Se tranquilizó al escuchar más claramente a Lucía, dejando las nimiedades de su
coche para después, él estaba muy ocupado, miraba la luna, el resplandor, junto
a Lucía. Desconocía que la luna pudiera verse muy baja en el horizonte, pero a
fin de cuentas había sido un extraño día, y la noche transcurrió con los
efectos del alcohol.
-Seoane
abrazaba a Kiara, y fue donde mi padre estuvo más cerca de ser mi padre.
-¿A
poco así se conocieron?- dijo la otra mujer-. No sabía que tus padres se habían
conocido bailando tango. Bueno, es una historia muy bonita, pero interesante.
Deberías escribirla.
-No
sé… - una lágrima salió de sus ojos.
-No
llores… no sé qué decirte.
-Laura…
lo que me mata, lo que me aniquila, es saber que lo encontraron con esos aretes
en sus manos. Desde que su Lucía murió, ya no fue el mismo.
“Pero
ahora están juntos”, pensó la otra mujer.
domingo, 24 de agosto de 2014
Sol de Agosto
¿Porqué me sabes a vino, noche, ventana al horizonte y los relámpagos del quizá?
Hueles a casa pequeña hecha para dos,
jabón de sin embargo, alcatraz de grande corazón.
¿Porqué el vino llueve en tu suavidad, al cantarme, al recordarme en sueños?
De lo que he conocido sólo una vértebra se ha quebrado con el calor.
Sólo tú y yo somos la muerte de lo concebido.
Sabes a Billie con su Holiday entero, aún en días laborales.
Dormir
dormir
dormir
sin sabores que en otoño vengan a desbaratar el sonido del viento,
dormir
dormir
dormir
Hace diez botellas que no te busco, ave, sombra,
mis pasos líquidos ya hirvieron.
Mañana de nuevo olvidar el regreso al mar y campera
amar el mar y la carpa del mañana
armar la casa de campo para madrugar en tus brazos
abrazar hasta dar al amanecer una copa de vino:
No viene la uva de tus labios esta noche
ni la que sigue:
Iré a probar las mañanas sin sol ni luna ni estrella
las aves del mar se hundirán en desierto.
sábado, 23 de agosto de 2014
Películas: "Mood Índigo (amor índigo)" e "Into the wild"
Como ciertas cosas en la vida, las películas son inspiradoras y son capaces de parar el tiempo. Hay unas que no me canso de ver, otras que suelen pasar por televisión y siempre trato de ver de nuevo, tales como: Medianoche en París, Antes del amanecer, Diarios de una pasión, La casa del lago, In love and war. Cada una tiene una particularidad que siento hace que me atraigan: el personaje se arroja contra todo, se ATREVE, tiene el valor de enfrentarse a los obstáculos. Eso es emocionante al verlo, pero más, si se aplica a la vida misma, lo cual, considero, realizo o he realizado en momentos clave. Viajes, pérdidas, incertidumbre. Hoy, por ejemplo, pude oler el aroma que suele tener el ambiente al estar en una ciudad desconocida. Semeja al otoño. En cada uno de los viajes, planeados o no, tuve compañía, fuera de minutos, o días. Lo que más me agrada es esa libertad que da el no decir el nombre, de no pedir teléfonos, de anteponer aceptación a cualquier rastro de resignación.
Hablaré de dos que, por cómo se atravesaron en mí, además de volver a proyectarse en el momento justo, se ganaron un espacio en este sitio.
La primera la ubico por dos circunstancias: Un amigo la vio en los días que salí de aventura y me dijo que le recordaba a mí, así que le contesté que ya la había visto y me acordaba de algunas cosas. La segunda, es que la filosofía del personaje concuerda con unas ideas que tengo, aunado a la conclusión que tiene en el aprendizaje que su viaje le dio: La verdadera felicidad es la que se comparte
Si existe una película que me ha dejado con la boca abierta, literalmente, por lo que proyecta, dice y sus ideas, ha sido ésta. Mood índigo. Durante toda la película estuve atónito, sin poder responder al celular ni a la naturaleza. Conforme los colores y la velocidad de la historia se desvanecen, comprendí la conexión entre el argumento y las imágenes. sólo resta decir: vela para que comprendas de lo que hablo
En el D-11
lunes, 18 de agosto de 2014
Avance novela: "Archivo: André Lovedy, Estatus: Desclasificado"
Sobre
la Ducati avanzando con cautela bajo la lluvia, escuchaba una vieja carpeta de
música en su Sony Ericsson. La primera canción fue Club foot, de
Kasabian. Ahí encontró los recuerdos de las contadas veces que se levantaba
antes del amanecer para iniciar su entrenamiento. Corría siete kilómetros por
caminos ascendentes y descendentes en un cerro cercano al Boulevard de Los
sueños Rotos, cargando su chaleco reforzado para sostener treinta kilogramos.
En interludios en lugar de descansar hacía flexiones, para retomar la carrera y
volver a la rutina de una hora. Esas jornadas le ayudaron a mantener la
condición física aun con su estilo de vida. De aquella manera las cajetillas de
cigarros, las botellas de vino tinto, de Jack Daniel’s, de brandy, y de
cerveza, jamás alterarían el correcto funcionamiento de sus órganos y músculos
al momento de requerir todo el esfuerzo de ellos en una labor belicosa. Pero la
siguiente rola le produjo un horror inusitado en su alma. Era de Kaiser Chefs: Ruby.
Esa canción tenía el mismo nombre de la mujer que amó en la universidad, la
última con quien mantuvo relación estable, con quien pensó casarse, hasta que
todo aquello se fue a la mierda, destruyendo circunstancias que odiaba
recordar. “Let it never be said, the romance is dead…”, decía al comienzo. Cuando
la vio en alguna ocasión luego de la ruptura y que conversaron, él solía mentir
para continuar hablando. No podía hablar con la verdad a quien interpretó una
mentira con audacia de actriz principal. Aquella relación pertenecía al pasado,
y aunque olvidara el motivo de la separación sabía que al tomar una decisión
estaba dispuesto a no ceder y mantener la postura hasta las consecuencias no
previstas cuando se la tomó.
Luego 30 Seconds to Mars, con Beautiful lie,
confirmó su sentir por la de la universidad. Estructurada para destrabar lo
encadenado de una emoción fulgurante, al reconocer los movimientos sónicos
aceleró a fondo, forzando el motor. Las revoluciones por minuto a tope serían
su escape de recordar. Las siguientes rolas alimentaron su aislamiento: Everlong,
Secret smile, Run… Nada le importaba a ese instante mas que
sentir la velocidad sobre las avenidas, bulevares y calles. Incluso alargó el
camino. Así se alejaría de los climas helados en su interior, el del ambiente y
el de las palabras que alguna vez, en varias ocasiones, compartió con Rubí.
Tras años de el suceso, lo asediaba, le seguía en toda ciudad, rincón, sueño.
Y terminó con Maybe tomorrow,
de Stereophonics. La
melodía le provocó una calma necesaria con esmero al instante. Lo liberaba de
los fantasmas desencadenados en las cavernas de sus recuerdos. Esas sensaciones
nacían tan naturales como los vuelos de las aves blancas encima de su Barracuda
descapotable cuando recorría las calles de Durango un día de verano, con los
Cobra o solo. Podía verlas, seguir su dirección, pero dentro de sí ansiaba ser
tan atrevido para lanzarse por el precipicio y sentir el vértigo de caer. Así no
habría más mañanas teñidas de Rubí.
Maybe Tomorrw, Stereophonics
Maybe Tomorrw, Stereophonics
viernes, 8 de agosto de 2014
AL DESPERTAR
“Le dijo cómo la extrañaba más
cada vez que se acostaba con otra; que no importaba lo que ella hiciera, pues
sabía que no podía curarse de su amor”
Ernest
Hemingway
-Responderé
cada pregunta que me hagas- dijo ella.
El
hombre pensó en lo que diría. Sinceramente no deseaba comenzar por una pregunta
en específico.
-Pedro-
dijo al otro hombre en la casa-, quiere que le pregunte lo que quiera.
Pedro
se ocupó en terminar de lavar los vasos en el fregadero. No respondió más allá
de una risa apagada al primer hombre. La mujer estuvo esperando con
anticipación la cuestión, desde el otro lado del mundo.
-No
he sabido nada de ti en dos meses. En mi condición actual no sé qué quiero…
Puede ser difícil responderme; imposible diría yo.
-Aún
así; responderé.
-¿Por
qué terminaste lo nuestro?
Después
de una pausa en la comunicación escrita, el monitor avisó la respuesta:
-Tú
mereces todo. No podía verte por la distancia. Sentí que no estaba dando lo que
te hacía falta. Por eso lo hice. No te imaginas cuánto me duele.
-Lo
que necesitaba eras tú.
-Eso
ya no se puede arreglar. Ahora lo sabes.
-Estuviste
con otro. Regresaste con él.
-Sí,
pero fue para terminar de una vez por todas. No duró más de una semana.
El
hombre quiso haber escrito que aquello era una tontería, pero aguardó unos
segundos a que su amigo terminara de secar los vasos. Pedro ya tenía un vaso
seco, y el trapo lo revolvía en el interior del segundo. Vestía una playera
descolorida, y su pantalón tenía las marcas de tierra que dejó el trabajo del
jardín. Al terminar de secar el vaso, Pedro escuchó que su amigo encendía un
cigarro.
-Estás
muy seco conmigo.
-¿Seco?
¿Cómo se supone que debo estar, si es la primera noticia que tengo tuya en
mucho tiempo?
-¿Qué
sientes por mí?- preguntó ella.
-¿Y
todavía lo preguntas?
-Dímelo,
quiero escucharlo.
El
hombre rió, sabía que el escribirlo no provocaría ningún sonido audible. Luego
dijo:
-Cuando
te vea sabrás que mi alma continúa en el mismo sitio.
-Te
amo. Mi corazón no es tuyo.
-¿No
es mío?- preguntó el hombre, alzando el cigarro encendido entre sus dedos sobre
su cabeza.
-Perdón,
me equivoqué. Quise decir que sí es tuyo.
-No
te preocupes. Ya todo pasó, lo dijiste. Entiendo lo que sientes.
-¿Crees
poder perdonarme?
-Cuando
te vea verás que en mi alma lo que sobra es el perdón, así como un lugar en mi
corazón para tu nombre.
-Quisiera
tenerte. Iré a México.
-¿Para
estudiar medicina?
-No,
porque te lo prometí.
Pedro
salió al jardín, donde el otro hombre fumaba frente a la computadora portátil.
En sus manos llevó los dos vasos con vino tinto en su interior.
-¿Qué
tanto dice Mary?- extendiéndole un vaso de vino.
-Según
ella vendrá a verme. Sólo por eso.
-Kizuki,
otra vez está incitándote.
-Déjala.
Su ruleta rusa me acecha.
-No
pierdes nada, Kizuki.
-¿Sigues
ahí?- dijo ella. Kizuki desconocía la manera que Mary vestía para ser esa hora,
de noche. Se figuró que estaba en camisón sobre las sábanas de su cama; el
agradable contorno de su rostro; sosteniendo entre sus piernas cruzadas la
computadora portátil. Con ese pensamiento contestó:
-Sí,
aquí sigo. Es que estaba hablando con el amigo que te dije. Por cierto, te
mandaré tu regalo la semana entrante. Mañana no estará abierto el correo. De
nuevo: Feliz cumpleaños.
-Gracias.
Me lo has mencionado mucho, y te agradezco grandemente que te acordaras. Lo
esperaré paciente. Te amo. Me duele.
-¿Qué
te duele?
-Todo
lo que ha sucedido. El que nos hayamos apartado.
Kizuki
pensó en que realmente siempre estuvieron apartados. Se conocieron unos meses
atrás, y hablaron por diez minutos antes de la función de teatro en que
participaron. Ella era la actriz principal de Sueño de una noche de verano.
Él interpretaba un papel secundario con cinco líneas. Era la puesta en escena
de estreno, donde Kizuki sustituyó al actor enfermo. Al término de la función,
empacó sus maletas porque en México lo esperaba un papel protagónico, y sólo
hubo un intercambio de direcciones y teléfonos por parte de Mary y Kizuki.
Después nada. Ni un café, ni un baile. Nada.
-¿Tienes
fuego, Kizuki?
Pedro
recibió el fuego del encendedor de Kizuki. Volvió a un rincón para fumar y
seguir escuchando la música que sonaba desde la computadora. Bebía de su vaso
sin mancharse la playera ni los labios.
-¿Para
cuándo vendrás?
-No
lo sé, Kizuki. Estoy trabajando en un consultorio y asisto a cursos de medicina
con un doctor reconocido. Pero te digo que iré a México.
-Eso
espero. ¿Y si te mando el dinero para que vengas?
-Te
digo que el dinero no es problema. Además mis papás no me darán permiso de un
día para otro.
-¡Te
hablaré por teléfono y les pediré permiso!
-¡No
hables, están dormidos!
-No
me importa- contestó Kizuki, pero en su mente pensó: no iba a llamarlos hoy, me
esperaría hasta mañana. Tal vez.
-¿Qué
estás haciendo?
-Hablando
contigo, Mary- respondió más tarde-. De hecho se está haciendo tarde. Vine para
colocar el pasto de la casa de Pedro. Ya te dije. Estoy cansado y debo dormir.
-¿Me
hablarás?
-Claro.
Es un hecho.
Y
la comunicación terminó con unos: hasta luego. Pedro se acercó a Kizuki. Éste
le enseñó la conversación escrita por una hora. Esa noche no había el viento
propio de los meses de Marzo. A pesar de que el invierno finalizaba, el frío se
podía sentir en los dos cuerpos de los hombres sin abrigo. Mientras bebían y
fumaban, ambos continuaron conversando. No había estrellas sobre el cielo.
-Estabas
apagado cuando llegaste. ¡Mírate ahora! Te ves contento. Te hace bien saber de
Mary.
-¡Brindemos
por la felicidad y por saber cómo
contestar!
Chocaron
los vasos de vidrio. Tomaron el resto de vino en los vasos, y Kizuki descorchó
la segunda botella de malbec que se encontraba detrás de él.
-Qué
bueno que te ves mejor.
-Si
te fijaste, yo no dije que la amaba.
-Ella
entendió lo que quería entender. ¿Y qué harás con Nabile cuando venga Mary?
-Eso
sería un problema. Todavía está en veremos que venga. Ahora Nabile tendrá
motivos para pelarse conmigo. Siempre me pregunta que si estoy seguro de
casarme con ella.
-¿Lo
estás?
Kizuki
no respondió a Pedro. Siguió bebiendo el resto de vino y al término, se
despidió de él. Caminando debajo de la noche, comenzó a sentir helado el clima.
Para haber bebido no sentía mas que el alma inquieta, sin ningún efecto de
mareo. Andando cerca de su casa, regresó a su mente la conversación con Pedro.
Esas palabras sonaron vivas: ¿Lo estás? Como oleadas se repetía la pregunta.
Frente a la puerta de su casa, se dijo finalmente:
-No
lo sé… pero sé que Mary no vendrá. Anoche soñé que despertaba, y en mi
despertar dormía. Pero a mi lado siempre descansa Nabile.
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