lunes, 11 de abril de 2022

Coloquio Letras De Durango 2022, Un té a medianoche

 




Sobre Un té a medianoche

 

Comencé a preparar Un té a medianoche el 27 de marzo de 2011 con párrafos inconexos escritos semanas antes. Y, a través de las siguientes noches, sin falta, me sentaba a escribir y mezclar los ingredientes.

No sé si desde el inicio, pero sí sé que en su mayor parte, sobre todo en mayo, junio, julio y agosto, me sentaba en un bote de pintura de mi patio trasero a escribir, colocando la computadora en un banco de plástico, escuchando música clásica y bebiendo cerveza o un vaso de whisky. Lo transcribía así, bebiendo, porque quise plasmar las sensaciones de ebriedad, por ser una característica del personaje principal. Para avanzar me valí de conversaciones con la chica que inspiró el personaje secundario. Sin ellas no hubiera podido expresar la singularidad de su habla. Es preciso mencionar que ella es el detonante que abrió las puertas para escribir la novela, pues la manera en que nos conocimos, nos comunicamos, y las cartas compartidas, mas sus ideas, me parecieron dignos de contar textualmente. Sin embargo, el haber sucedido con años de anterioridad, mas el olvido innato y mi gusto por omitir contar sobre mí, fueron motivos para colocarlos en código.

Ahora, presento los factores que incubaron Un té a medianoche:

1.- El personaje principal debía ser un poeta que le encanta manejar en coche por carreteras; es galán con mujeres; durante sus viajes se detiene a observar de cerca cada vez que un paisaje llama su atención para dibujarlo en acuarelas; tocó en un grupo de rock y bebe las ocasiones donde no puede hacer alguna cosa de las anteriores. Quería representar un poeta masculino apasionado por adrenalina. Y debía ser leído en aliento largo, como si se tratara de una novela antigua, pero ubicada en la modernidad.

2.- Este personaje se siente ajeno al contexto en que vive, donde costumbres, contemporáneos, religión, tecnología, conflictos sociales y la educación que tuvo, no le atraen lo más mínimo, sino que evidencian la barrera fronteriza del sitio que representa su verdadera patria.

 

3.- Un concierto al que fui, donde se interpretó la Sinfonía Titán, de Mahler. Ahí tuve emociones que envolvieron mi ser hasta decretar hacer algo con lo que me trajeron. Sin saberlo en ese momento, ese día fue determinante, pues más tarde otro incidente, del que no hablaré, terminó con la disciplina que hasta ese día y desde seis meses atrás tuve. Al verme en tales condiciones comencé a escribir, y las semanas posteriores se fueron clarificando las decisiones u observaciones que tenía con respecto al mundo, la vida, mi pasado y futuro.

4.- Ahora, pero mayormente decisorio, el hecho de que planee un viaje que terminó por no realizarse, del cual, los pormenores quedan insinuados en el viaje que el personaje principal omitió. Al no ir, por mi mente transcurrieron pensares inconclusos que dieron combustible para formar un escenario.

Éstos son algunos de los sucesos que engendraron Un té a medianoche. Debo recalcar que los panoramas mostrados en la novela fueron meditados a lo largo de seis meses, y durante enero a marzo del 2011, fue necesario enunciarlos. Para ese instante nuevas situaciones alteraban mi percepción, y noté que me sensibilicé al grado de percibir nimiedades en las personas a mi alrededor, tales como los aretes que portaban, sus frases que ocultaban emociones, su sentido de realización o falta de ésta.

A la par, durante el día, escribí poemas que terminaron por formar el poemario Mar y Niebla. Y para su resguardo los colocaba en mi blog.




Ahora no recuerdo bien porqué (el olvido) pero decidí que fueran 19 capítulos de 7 páginas cada uno. En el transcurso de escribir me pasé de hojas en algunos capítulos, pero lo tuve que corregir; aún sin saber a ciencia cierta el por qué decidí que fueran siete, quise respetarlo. La versión final, por el formato, creo no respeta dicha métrica.

Al investigar más acerca de la estructura en sinfonías, o términos musicales y de Gustav Mahler, supe que él se retraía en soledad como yo para crear sus obras, las escribía en su composerhausen, osea una pequeña cabaña, que era perfeccionista al grado de ser admirado y odiado a la vez, igual a mí. Después supe que la última vez en verse la luna perigeo de ese 19 de maro de 2011, fue 19 años previos, lo que consonaba a la perfección con la edad de la joven personaje secundario y los capítulos. También durante mis lecturas en esa época e investigaciones supe sobre Thomas Mann, muy tardío en la escritura del té. Sentí una afinidad en frases y temas abordados, la longitud de sentencias, y la novela suya que leí fue Muerte en Venecia, lo que a la postre sabría que el personaje tenía el nombre de Gustav porque Mann era aficionado a Mahler.

Otro de los incidentes que me han pasado en la creación de mis obras, es que lo que escribo después se torna realidad de una u otra forma, y esto lo vi y viví; como cuando estuve cojeando por una lesión en el arco del pie. Al inicio de la novela trabajé a la par de otra novela, pero después Un té a medianoche absorbía toda mi atención y fuerza. Estos sucesos me hicieron sentir que, si de una casualidad o coincidencia se trataba, para mí resultaba gozoso, un placer indescriptible, de lo cual un amigo dijo que yo continuaba una tarea que ellos de alguna forma iniciaron. No lo sé ni entraré en cuestiones metafísicas, sólo sé que fue excepcional sentir afinidad. Ése mismo amigo supo que una relación que tuve en ese tiempo se encargaba de adicionar ideas a la novela, sin que fuera textual, y que al finalizar esa relación me topé con una falta de motivación. No quise achacarlo a ese término, pero era real. Lo que él me dijo fue: enamórate de nuevo. Pero lo que hice fue trabajar con las ideas inconexas que ya tenía trabajadas para terminar uniéndolas, lo cual, se me dificultó casi en un quinientos porciento. Lo que con normalidad escribía en un día o dos, tardaba ahora un mes, y eso que tenía ya las ideas, los escenarios, los sentimientos y diálogos. Al estar sobrio durante las revisiones me daba cuenta de que desconocía las formas como las escribí, me refiero a la estructura, ya que no parecían dichas por mí, sino por algo externo, idea a la cual achaco a los alcoholizados instantes donde los escribí. No es que diga que el alcohol diera inspiración, para nada; si eso fuera cierto lo que haya escrito fue lo tangible a la postre de un líquido efímero; sino que ayudaba a soltar las ideas almacenadas.

 

Conclusión

Para mí Un té a medianoche era pedir disculpas por un incidente que se debió a mí, y que tocaba mi visión de la vida para explicarlo, pero luego se volvió una lucha por conocer porqué accidentes, preguntas, frases, música, amigos e ideas, hacen que se cimbren las determinaciones propias. Sin darme cuenta una novela escrita para dos personas abarcaba a mayor número. Ahora recuerdo otra cosa: el nombre de la joven lo saqué de una conversación común que tuve con un amigo. Como me pareció tan hermoso e insinuaba una realidad, le dije que lo tomaría. El del personaje principal ya lo tenía guardado, pero hasta ese momento supe que lo usaría, a fin de cuentas me agrada usar nombres extraños, además de que lo situé en lugares imaginarios porque no quería contar sobre los mismos lugares en todas mis obras; por ello tomé las ciudades de una obra pasada.

Y, nombrar a los personajes principales, al cierre de la novela, arman un juego de palabras que sirven de Post Data a la disculpa: Zea, Marla.




Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...