viernes, 20 de noviembre de 2015

Con Amy (antes que muriera)

En la azotea estuvimos siendo, jugando, a ser quienes seríamos y los que algún día, décadas atrás, dejamos de ser, y, avanzada la oscuridad mas no la noche, sólo hablamos, solos, alejados de las personas del otro lado de la costa y los exilios; estábamos a salvo de el presente de ese pasado, sin saber que nuevos misterios acechaban tras la esquina: no importaba, incluso ahora no importa, bajaríamos esas escaleras de caracol para enfrentarlos, matarlos, o hacerlos nuestros cómplices.

M. R.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Espérame en Octubre





Esa mañana antes del alba la niebla se dibujaba informe sobre el horizonte pálido, y, al flotar sobre la yerba tupida en la colina, el rocío se fue formando de poco en poco, y de tanto en tanto ascendía la corona real del día. Sintió un movimiento telúrico en la espalda, pero el sinuoso desbalance que se había solidificado en su ser tuvo por epicentro al sonido que nació en el celular. En lugar de transferir la atención a él, lo retuve en la conversación de las horas previas, las que sirvieron para sembrar el sueño en laudes laxos:
-¿Buen día?
-No, todavía es noche.
-Donde nace la inmortalidad.
-O cuando palpita la oscuridad en mis instantes- escribió-. Creo también los tuyos.
-También.
“Es una palabra hermosa. También. Tan, bien”, pensaba, rodeado por distancias y ausencias adscritas a esa conversación y sentir. “Otro otoño. También. Otro sueño, otra muerte, otro sollozo, también. ¿Qué importa lo que traiga la ambición? También. Puede ser una palabra agradable si se piensa en ella, también puede ser lo contrario, como cualquier palabra. Las palabras cambian de concepto según la persona que las dicte. Supongo que sólo se puede confiar en las sentencias que uno diga”.
-¿Qué haces a esta hora de la imaginación?- ella inquiría.
-La imaginación se libera. Yo… aún trato de descifrar lo que hago.
-Así somos.
-Preferiría… Corrijo. Prefiero que hablemos.
-No puedo- respondió más tarde, en el paréntesis suficiente para que él sirviese más agua en su vaso, volviera al patio a observar el cielo estrellado y oyera cómo saltaron los peces del estaque-. Sigo estudiando.
-Continuemos.
Prosiguió su búsqueda al horizonte, diez grados al sur desde el este. Luego se dirigió a la superficie que rompían las aletas y supo que tratar de acariciar el movimiento de sus escamas sería improbable como el que la conversación por mensajes con ella finalizara con más palabras. Aun así lo intentó. Era tibia y turbia, sin vestigios del fuerte granizo que irrumpió sobre la ciudad por la tarde, sólo el nivel del agua había aumentado. Al regresar al asiento del patio, tomar el vaso con agua y la veladora, fue a la terraza para continuar el asedio del horizonte. Pudo sentir el peso de su cuerpo al doblar la rodilla derecha, el contorno de su torso, los límites que alcanzaba al extender los brazos para orientarse en medio de la oscuridad. “Creo que esto lo leí”, se dijo.
-El edificio es mi velero, el caza-estrellas.
Sonrió. Ciudad por océano, las olas formadas por azoteas, y su presa sobresaliendo apenas: “Ahí estás, te estaba esperando”. Vestía short rojo, sandalias, y un abrigo desgarrado por detrás y en las mangas: Era la única armadura que lo protegía de las inclemencias atmosféricas del septiembre en que se encontraba. Preparado desde el verano y la primavera, la temporada en que relucía descomunal su ánimo aparecía junto a esa presa ancestralmente perseguida.
-Orión. ¿Cuántas noches nos hemos dedicado?

Cada segundo iba más lento, alargándose. A lo lejos se oía cómo partía un barco rumbo al inevitable hundimiento. Y desde ahí lo percibí, todo en ese partir, en esa longitud del tiempo que se negaba a terminar, a caminar, a empezar su recorrido. 

jueves, 15 de octubre de 2015

CERO VARO (cap I)





I



Nos quedamos mucho rato mudos, en medio del murmullo de una conversación en el departamento de enfrente, los mariachis en la colina trasera, las ramas del naranjo movidas por el viento, y la motobomba que para esa hora, puntual, empezaba a subir el agua a los tinacos desde la cisterna. La película en la computadora iba por la parte donde el protagonista va convenciéndose que la dama que conoció en el inicio sería la del resto de la película, porque no puedo afirmar que de toda la vida. Ese invisible impulso por fumar me invadía de a poco, hasta que resolví abrir la cajetilla y bajar a encender los dos restantes cigarros que sobrevivieron de la noche anterior. Ella, en cambio, permanecía inmóvil en el mismo sitio, contemplando el trece y catorce pegados a las puertas correspondientes. Juan no estaba, por lo que deduje que los doscientos pesos que le debía a Yarib tenían el mismo estatus. Al momento también vino a mi memoria, entrelazada, sobrepuesta, la noche de lunes que me vio afuera del once, sentado en las escaleras, tomando de mi vaso con whiskey patrocinado por Rosalinda; había vuelto a casa de su mamá abandonando ese lunes el tres y ante mi invitación a que se quedara, sólo dejó cuatro botellas medio llenas para perpetuar la memoria de su estancia. Juan subía a su apartamento acompañándose de la chica en turno; en su caso más bien era la definitiva; y dijo: chinga tu madre, pinchi vato. Yo reí y saludé: Buenas noches.
-Buenas noches-, añadió ella. Jamás pensé convertirme en fantasma.
-No mames, ¿Por qué no prendes una luz?-. Me reí con más fuerza mientras él metía en la cerradura la llave-. Pásale-, no me decía a mí-. Me metiste un susto cabrón.
Luego interrumpió mi soledad oscura, literal, con el toque al switch.
-No seas cruel- le dije-. Apágale.
Y lo hizo mientras su chica regaba la silla presidencial con remansos de oro.
De nuevo en mi noche, recordé que Sinatra era el obligado del Jack Daniel´s, y luego, que era el presente de Rosalinda, por lo que puse sus rolas y me bebí lento los dos vasos que le salieron a la botella. ¿Brindar por su partida? No, era pasar por mi garganta, anclar a mi sistema, la corroboración de que ya no estaría su sombra, su ropa olvidada en la lavadora, el ruido de sus tacones ascendiendo por el pasillo, y que esa plática acerca de cómo iba el restaurant de burritos ya no sería posible realizarla en pijama, con huaraches, en medio de la noche sentados en el columpio de la terraza.
Encendí el primer cigarro; la película estaba en pausa y el campanario de San Agustín ya terminaba la canción de Juan Pablo II, esa que México le compuso con su: “Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo”. Que yo sepa, no estaba enterado de mi cumpleaños nueve, de que me quemé con la plancha en el brazo, ni que oriné frente a la policía, así que mi amigo no era. Menos mi hermano del alma. Es realmente extraño estar acostumbrado a oír las campanas con un vaivén monótono, mas no así el reconocer rolas desde ellas. Luego de un mes se hace normal, y los: No mames, ¿sí te fijaste que era el corrido de Durango?, se dejan de oír en las voces de los vecinos.
El amargo y vigoroso tabaco impregnó mi nariz, la boca, la chamarra de lana. Sobre el oriente se alzaba la luna llena, repleta de claridad sobre el cielo; ni las ramas del naranjo obstruían que me acariciara su reflejo; mas ella, callada, ni brazos tenía para que yo pudiera desear un abrazo. Ni modo. Seguí de pie y coloqué mi espalda sobre la pared y el codo izquierdo sobre la saliente.
-Hola- oí.
Entraba por el pasillo la vecina del siete, y con una seña de cabeza indiqué que le puse atención, exhalando el motivo de mi silencio. Para entonces el viento cesó junto con los mariachis y la motobomba. A lo lejos, si ponía la atención suficiente, podía escuchar el tenue eco del recuerdo con unos tacones acompasándose mientras suben tres peldaños más abajo, por la entrada, rumbo al tres. A la mierda, me dije, y saqué la computadora y puse a Green Day en youtube. 21 guns; si tuviera al menos una de esas avisaría con estrépito que si no fuera por Pablo, esa tarde, tendría sólo 34 pesos para la semana. En serio que salvó el día, la semana, y probablemente el mes; cuando le pedí un adelanto de la renta de mis mancuernas de quince kilos no era tanto por los gastos que haría en días siguientes, sino porque a esa hora estaba programada una visita femenina, y los imprevistos están a la orden del día. Pero no asistió. Si vuelve a marcarme en medio de la madrugada, a las cuatro, le contestaré para saludar a su mamá de manera muy cordial. En serio. Bueno, se la dejé pasar porque ha sido muy puntual en otras citaciones, de cualquier tipo, pensando, erróneamente, que tenía un interés romántico hacia ella, y la verdad es que no le mentí, sólo que su concepción de relación es distinto al mío, el suyo fue inculcado por telenovelas, mientras que el mío se apega a la realidad. No lo hacía más fácil el hecho de existir otra chica más joven, más encantadora, de mejor léxico y que me agradaba su sencillez. Fuimos muy buenos compañeros, hasta que formalicé los nexos. Tampoco hay que satanizarla, fue chida en muchas cosas, incluso en días recientes le hablé de mis viajes y de cuánto quise telefonearla para anunciar el tipo de hotel en que me alojé, las cosas que vi, hice, comí… Tan numeroso deseo debía saberse y no me importó que hubiera vuelto con el ex o que ya hubieran pasado siete meses desde el banquete con pescado y salsas mexicanas. La distancia es nula al unir recuerdos. Ni modo, a cómo estaban las cosas esa noche, de esos billetes Pableños, fui por otra cajetilla. Cuarenta y dos pesos de placer; me fumé una semana en que Pablo disfrutó hacer ejercicio con mis pesas cromadas. Uno nunca sabe de qué manera representará ingresos algún regalo. Aclaro que no he vendido ninguno, lo más cercano ha sido un intercambio con personas de confianza que sé que le sacarán provecho. Es más, ya haciendo memoria, sí vendí uno, recién salido de su envoltorio navideño, directo a la muñeca de Alonso, pero tampoco es mi culpa que me dieran un objeto que nunca uso y que se empeñen en hacerlo; así proceden las personas cuando no conocen a los demás. Fue entonces que el viento en su violencia volvió de su paseo en teleférico. A la verga, no hay pedo, sirve que se orea el once.
Debido a que ya no hallé tracklist de Green Day, y ante la persistencia en la memoria de la joven más joven, puse Bruno Mars, It will rain. Aún no se me olvida la vez que iba manejando If you ever leave me baby y salió por los parlantes de la radio y fue inevitable ponerme en trance leave some morphine at my door colocando atención a la letra cause it would take a whole lot of medication to realice what we used to have, quebrándome durante la jornada laboral, we don’t have it anymore. A quitarle la costra a las heridas, lamerlas, pero en distinto sentir. Esa escena la repetí todo el verano al armar el rompecabezas con la pintura de Van Gogh que, expresamente, adquirí para pasar el rato en el once con ella. A repetir la obra, me dije, y siguió Adele, Someone like you. Esa gordita de mirada envolvente se me hace familiar, así también pasó aquella vez al manejar que me llegó el golpe: Ya no habría bromas sobre cocodrilos en aviones comerciales con rumbo a Miami vestidos de futbolistas. A rondar las profundidades. Sí, a la verga; y preparé una bebida con los restos de alcohol que hallé. El whiskey se había acabado. Dos hielos, colocar en vaso on the rocks, exprimir una porción al gusto de vodka; en mi caso es la mitad del vaso; un chorrito de agua mineral y el jugo de medio limón. Para fresear puse una cáscara verde. ¡A incendiar la lluvia! En mis manos escurrieron aquellas tormentas de verano con cielo nublado que ingresaron al once por la ventana durante julio, meses antes, al observar la embriaguez de mi compañera innegable, de mi sombra, mi encendedor en la tiniebla de las calles al transitar bajo la duda con rumbo a El Dátil, el cuartel. Más certero no pudo ser el nombre del barrio donde se sitúa: Calvario. Eterno recordatorio de mi vida. Tampoco me quejo, la vida a mí, como a todos, me trata igual. A veces mejor. Plus ont moins, como diría Audrey.
Luego, para combinar sin desentono, siguió La puntita, de Babasónicos. En eso llegó Pablo a lavar su ropa en el cuartel y le abrí pero dije que estaba ocupado; por supuesto al oír el roleo intuyó que estaba en trance. Luego oí un ruido de tejabán, y al mirar una calva moviéndose sobre la azotea supe que Krishna estaba subiendo por la casa del vecino. Pinchi madre, pinchi vato, como no le abrían se brincó. Vi que maldecía y fui a renovar mi bebida. Pablo se puso a fumar en la terraza y en eso llegaba Juan. Se metió a su apartamento después de saludarme cuando bajé. Ya sabía que la nube del pasado estaba sobre mí y se empeñaría en seguirme hasta renovar el sueño. Ni modo, a recibirla...
Bienvenida…
Hola…
¿Cómo has estado?
Diré su nombre: Andrea.
La situación, el tiempo, la joven, tiene título, y omitirlo es faltar al respeto a la realidad. Pues bien, vente, le dije aunque sabía que no me oía. De ratos el viento se calmaba. Vestido con el pantalón de trabajo, agujereado en la entrepierna y con la chamarra, seguí sentado en las escaleras, fumando y bebiendo; verbos anexos a mi nombre. Ya el vodka estaba finito, así que preparé un vaso similar pero con ron añejo.
-Men.
La voz de Juan ascendió a mi oído.
-Ahí voy-. Estaba sirviendo el agua mineral en el once, pero en el vaso.
En elípticas melodías bajé hasta su alcoba.
-We, saca un cigarro-. Se lo di y pregunté por Pablo-. Salió, dijo que al rato volvía. ¿Estás pisteando?
-Ya sabes… Es la cena-. rió-. Oye, ¿tienes desarmador?
-¿De cuál?
-De los dos.
-Deja-. Un minuto más tarde sacó uno de cruz y otro plano. Le dije que subiera conmigo para que observara mi nueva creación en el baño, y mientras sus ojos recibían la caja de fruta pintada de negro empotrada en la pared sobre el escusado, me puse a apretar los tornillos correspondientes-. Está chingón, se ve mucho espacio.
-Es para tener todo acomodado.
-Yo quiero uno igual- señalando la repisa invertida que coloqué sobre la entrada, en el dintel.
-Si quieres, te la pongo. Sólo compra la tabla y las madres esas.
-Las de triángulo.
-Escuadras.
-Ándale. Se ve más espacio.
Cabe señalar que cada apartamento, en promedio, tiene veintitrés metros cuadrados, por lo que aprovechar todo espacio es vital y fue lo que tuve en cuenta cuando, el catorce de julio del veinte once, conocí el apartamento. Luego me preguntó cuándo escribí el poema de la pared.
-¿Te sabes la historia?
-Es el de El Dátil.
-Simón.
-Está chingón.
Hablé de la historia detrás, y fuimos a su alcoba.
-Aquí-, se refería a un declive que se forma por las escaleras que ascienden a mi alcoba, pero que le toca la parte baja en su apartamento-. Quiero escribir cosas. No sé, como una…
-Frase.
-Ándale, o una palabra. Así que un día me levante y escriba: Descansar. Mermas así. Llenarlo todo.
-Eso sirve un chingo, de Mantra. O sea, escribes cosas y después te acuerdas y te acuerdas. Y mientras lo haces te relajas, haces algo…
-Eso quiero hacer desde hace rato, y aquí-, señaló un espacio en un costado- quiero que Low Brow- refiriéndose al vecino del seis-, dibuje una mamada, algo que se vea chingón.
-Pues debes saber que siempre hace lo que quiere, y tienes que especificar y supervisar lo que te gustaría, por ejemplo, yo diría que una rosa roja, en este espacio-. Era como veinte centímetros cuadrados.

Vergas, me dije al despertar por la mañana. Después de hablar con Juan olvidé; bueno, más bien no estoy seguro qué partes son realidad y cuáles son ficción; lo que hice hasta dormir. Sin embargo ella seguía ahí. La vi cuando abrí la ventana y asomé la mirada hacia abajo.
Era temprano. Tanteo, las siete y media, porque entre sueños me pareció escuchar Las mañanitas en las campanas de la iglesia cercana. Encendí la grabadora con las noticias, abrí la regadera en lo que planchaba un pantalón, y me alisté para ir a comer algo por la calle y después al trabajo, pero al ver la hora en el celular, tenía de sobra una hora, así que fui a depositar el dinero de las rentas de dos apartamentos; ahí ya me dio chance de farolear por las calles del centro. Es algo agradable que la luz de entre las nueve y diez ilumine a las personas despreocupadas al caminar por el centro, mostrando las fachadas, sus expresiones centenarias, y el adoquinado de las vías. Nada se compara con eso. Pues que me vibra el cel. ¿Quién es?, y resulta que de una empresa armadora de cables o algo así, me hablaron porque dejé mi currículo un mes atrás. Y la conversación giraba en torno a los horarios y días libres para realizarme una entrevista. Ah, muy bien, entonces el viernes a las tres de la tarde ahí paso, ¿por quién pregunto? Ah, muy bien, por Miriam de Recursos Humanos.
Ya en el trabajo pues las cosas siguieron como el resto de los días.
Cuando fui a medio día de ese lunes con mi mamá revisé el periódico. En la Cineteca había una película así como que me atraía. La verdad por más que quisiera ir no iría. Lo sabía. Las labores diarias me encierran y por lo pronto me ocupo en descansar y lo que salga. Así que comí con ella y de reversa al Dátil. Encender un poco la tele en lo que me duermo, descanso, y hasta que me marque alguien para atenderlo. Me levanté a regar las plantas, dar de comer a los peces del estanque y a medio limpiar las áreas comunes de los cuatro desniveles de que se forma el complejo. Unas horas más tarde vi a Yarib.
-¿Qué pedo, men?
-Naris.
-¿Vas a pistear ahora?
-Sí me dan ganas, pero no hay varo.
-Si las armas yo saco una caguama.
-Ya estás.
Se metió a su alcoba, apartamento; alcoba-apartamento; y realicé lo mismo, pero no tan seguro de hacerlo. Revisando en la alacena, en los cajones del escritorio y en las escaleras que ascienden al once, no encontré más que retazos de varios licores. Sin dinero y con ese alcohol, determiné revolverlo para saborearlo. Hielos y coca-cola hicieron una cuba. Aun no entiendo por qué la raza insiste en llamar así a cualquier bebida que contenga destilado, hielo, y algo de agua o refresco. Como sea, salí a la terraza y en el camino vi que la ventana del diez estaba abierta.
-Johnny.
Silencio…
Repetí la sentencia, y ocurrió lo mismo. Sacando un cigarro para fumármelo, la llama entre yo y el papel me trajo a la memoria que debía ir al siguiente día por una feria. ¿Qué era ese aroma? No había ni aspirado siquiera de la llama a través del tabaco y lo percibía. Debe ser Krishna con Low Brow fumando mota, incienso, y cualquier yerba que encuentren en su alcoba, me dije. En realidad me molestaba ese olor irreconocible. Me siguió por todas las escalinatas y descansos hasta llegar a la terraza.

Oscureció mientras me enfrasqué en pensar. Qué pensaba; ni ahora lo recuerdo. Del cerro de La Virgen Descalza salían rayos láser color verde por el poniente hacia el horizonte. No sé, pero me sentía aburrido. Quise que hubiera más alcohol, o que me invadieran ganas de extrañar algo, alguien, pero no pasó nada de eso. Estaba realmente tranquilo. 

martes, 6 de octubre de 2015

La sombra del mar (trazos)


“¿Qué hace una persona al alcanzar la flama de la inmortalidad?”, me pregunté en silencio y su longitud permanecía, aislada del tiempo. Un murmullo gutural a mi lado rompió la pregunta, sin responderla.
Consciente antes que se fraguara cualquier reflexión lumínica, encendí la computadora con el apetito que me llamaba a devorar. Giraba el sonido suave dentro de la habitación en la lenta mañana, y los despertares asíncronos deformaron la paradoja que el sueño había sido. Al paso del tiempo rayos solares golpearon el muro blanco a través de la cancela, anidando en donde lograra reunir un promontorio de solidez. Sombras reunidas mostraron la textura patrón de espiga con escalas de grises del saco, el pantalón de gabardina arrugado; encima de la única silla; playera color melón, y un vestido que me recordaba al celofán envolviendo un postre de menta, tendidos junto a la cama.
Olía a la dedicación monástica de las habitaciones aseadas cada tercer día, la resonancia de la soledad quebrantada por civilización y las alfombras que son sacudidas al sol. Ella Fitzgerald era un juego sobre la mesa; Sinatra, en su juventud de corazón, ingresó con la precisión quirúrgica de la mano al descansar en el torso masculino. A primera vista el jueves parecía un domingo cualquiera. Sus dígitos adquirieron calor. Fue ahí donde perdí el aliento. Desperté.
Frescor insomne, calor ausente: El mundo apenas inauguraba su llegada.
A veces mirar el techo se torna en el velo de los pensamientos. La rugosidad de la memoria se trasladó al muro, simples gorjeos matinales de los pájaros sirvieron de orquesta. Recorrí el paso del tiempo sobre su piel con la vista. Sin aromas reconocibles, el inicio del despertar me animaba para nombrar todo elemento que percibía. Blanca y tranquila, envuelta de tonos de piano y notas plegadas en camisón floreado, el compás de su respiración me contestó que de ahí en delante los días de vida que lograra despertar, serían la herencia que había costado más de un llanto.
Tras cuatro horas de sueño, la boda cancelada y cinco años, el sueño terminó.
-¿Qué hora es?- preguntó como si soslayara la presencia del flujo temporal, sin abrir los ojos.
Al anunciar la grieta en el tiempo, despejaba sus ojos para después incorporarse e ir al baño. Los matices de su cabello y la amplitud de la superficie blanca y floreada se perdieron tras la puerta de seis vidrios. Había transformado su ausencia en presencia, el mutismo en voz, la parábola en línea recta. Sin pensar en cómo palabras, papel, sobres y estampillas lograron transformarse en carne y cabello, saliva y ese característico reflejo que se percibe en la superficie de la mirada, me di cuenta que las palabras podían adquirir forma. Oí el agua, los movimientos tonales del mecanismo, el murmullo apagado de la piel restregando jabón de manos, para después presenciar su estatura bajo el dintel. ¿Era la misma que cinco años atrás sostuvo mi mano en un instante parsimonioso? Tal vez. Sólo sé que entretuve la atención en descifrar el recorte de la figura al trasladarse al colchón, sin que la memoria anunciara algún intruso en los recuerdos.
Para ser exacto, no podía dibujar su presencia. La nitidez del sitio en que la conocí fue difusa, al igual que cualquier recuerdo de alguna comunicación tenida.
-¿Qué piensas?
-Nada.
¿Cómo explicar cuando sabes que una metáfora idílica se materializa y te habla?
Permanecí oyendo la música que aventajaba la aparición de sentidos.



jueves, 24 de septiembre de 2015

La cuesta

Destila sin distracción
metáforas ambulantes, Gregorio
Don
para exhibir la maestría
en que eternidad seguirá
nombrándonos

jueves, 10 de septiembre de 2015

Retomando las costumbres

Al llegar a casa tras la jornada laboral (mi primer trabajo de barista), recuerdo colocar un cd de Pedro Infante, y sobre todo ubico (no sé por qué) una rola precisa: El plebeyo. En mi memoria viene que, como solía levantarme la moral al cantar sus canciones, me procuré una colección amplia tan pronto pude- Sanganacio y los vecinos fueron testigos. Incluso aquella Navidad donde se reunieron los cazadores a olvidar, me pidieron cantar. Podría decir que él fue mi modelo a seguir durante la adolescencia. Aprendí muchas cosas en las películas y letras. Luego, tras abandonar la cueva y andar por al mundo, de vez en vez con Pipo, y amigos o sólo, en la Bala de plata o a pie, visitaba la caverna y al inquilino. Hablamos como los hombres hablan: en clave y sinceramente. Repartiendo las novedades, las meras novedades y los secretos. Claro, sin olvidar que de fondo estaba Pedrito. 
Desde Papalote hasta Verdolaga, Con el tiempo y un ganchito, poniendo en alto Cien años- hubo quienes me han dicho recordarme al oírla, porque solía cantarla siempre- Dicen que soy mujeriego o El desinfle, sin olvidar Luna de Octubre- mes tan preciso en todas sus aristas, mágico, Otoño.

Debí seguir sus consejos más de una vez, pero como ahora, siempre es agradable, reconfortante, retomar esos hábitos ancestrales para refrescar la conciencia.

A quemar las naves e inundar las copas, la noche dura tan poco que el sueño se transporta en apologías. Wishes from the cuartel.





Un tanto de su roleo en el link

POR AQUELLOS TIEMPOS, NOCHES, SANGANACIO

sábado, 29 de agosto de 2015

El enemigo invisible

Dijo Sinatra que se estremecieron las estrellas, con luna llena y cielo despejado, mas el sitio en que el alma se ubicaba, no era el Sinnoreal de siempre. Creo que transitaba la realidad con todos los paralelos y conjeturas convexas que anidan en hastío. Lo bueno que se adquirieron activos tangibles: Manos libres. Puede faltar mujer, alimento, agua, techo, lecho y vestimenta, pero la Música jamás debe de faltar. Conocí algunos prismas de mis personalidades al transitar el calendario, reconocí extrañar una mujer sin ubicación de estatus, hablé temporalmente con un amigo (puedo usar ese término) y Sinatra ayudaba a que la noche fuera lo que el whisky hace a mi vida. 
Hacer lo imposible cotidiano, frase inconmovible que en tiempo de guerra levanta la moral. Sentimientos subterráneos minaban la transparencia del alma, la noche, y sin conocer el motivo, causa, fuente. Rearmé la artillería, enfrié los refuerzos, más la primera línea de defensa estaba con las fuerzas a medias. Sólo espero que la preparación, técnica y circunstancias logren dar vuelta a esa página hacia la papelera. Desde el cuartel, las novedades.
  

sábado, 22 de agosto de 2015

Nungún instante...




Ningún instante al esperar debe ser medido// Siéntate fuma prende la radio/ o sal al patio// Cuando te preguntes/ ¿Cuánto lleva planchándose el cabello?/ no mires el reloj// Se va arreglando/ llora se maquilla/ ve una y otra vez su cuerpo/ trata de sublimar el tiempo de su piel/ escoge el color que interrumpa el dolor/ las zapatillas donde anide la infancia// Requiere cuidado/ atención// Incluso existe malicia al sonreír/ sabe que mil ojos subirán y ahondarán en su pasado// Espérala fuma siéntate/ se está alistando para ti//


lunes, 10 de agosto de 2015

Ernest Hemingway frases





"Cada día es un nuevo día. 
Es mejor tener suerte. 
Pero yo prefiero ser exacto. 
Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto"








Ernest Hemingway



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  • Nunca confundas movimiento con acción.
  • El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar.
  • La gente buena, si se piensa un poco en ello, ha sido siempre gente alegre.
  • La mejor forma de averiguar si puedes confiar en alguien es confiar en él.
  • ¿Por qué los viejos despertarán tan temprano? ¿Será para tener un día más largo?.
  • La forma de pensar de las noches, no sirve de nada en las mañanas.
  • El hombre que ha empezado a vivir más seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera.
  • Los ojos que han contemplado Auschwitz e Hiroshima nunca podrán contemplar a Dios.
  • Cada día es un nuevo día. Es mejor tener suerte. Pero yo prefiero ser exacto. Luego, cuando venga la suerte, estaré dispuesto.
  • Un hombre de carácter podrá ser derrotado, pero jamás destruido.
  • Las personas más crueles son siempre las sentimentales.
  • Nunca escribas sobre un lugar hasta que estés lejos de él.
  • La soledad de muerte llega al cabo de cada día de la vida que uno ha desperdiciado.
  • La felicidad es la cosa más rara que conozco en la gente inteligente.
  • La moral es lo que hace a uno sentirse bien y lo inmoral es lo que hace a uno sentirse mal.
  • Conocer a un hombre y saber lo que tiene en la cabeza son asuntos distintos.
  • La papelera es el primer mueble en el estudio del escritor.
  • El talento consiste en cómo vive uno la vida.
  • Me quieres, pero aún no lo sabes.
  • Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar.
  • Ahora no es el momento de pensar en lo que no tienes. Piensa en lo que puedes hacer con lo que hay.
  • Jamás pienses que una guerra, por necesaria o justificada que parezca, deja de ser un crimen.
  • Intenta comprender, no eres un personaje de tragedia.
  • Al oír un eco muchos creen que el sonido proviene de ellos.
  • El hombre tiene corazón, aunque no siga sus dictados..
  • El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad..
  • En la guerra moderna mueres como un perro y sin motivo alguno.
  • Nadie debiera estar sólo en su vejez. Pero es inevitable.
  • Los peces no son tan inteligentes como los que los matamos. Pero son más nobles y más hábiles.


  • La revolución no es un opio, es una purga, un éxtasis que sólo prolonga la tiranía. Los opios son para antes o después.
  • jueves, 9 de julio de 2015

    ROSETTA:




    "Piensa ahora en cuando acabe la guerra y puedas volver a pintar. ¡Hay tanta cosa hermosa que pintar! Y si pintas todo lo bien que puedes y te dejas de todas las demás cosas, estarás en lo cierto. Puedes pintar el mar como nadie es capaz actualmente si quieres pintarlo y olvidas otras cosas. Piensa ahora en lo mucho que te gustaría hacerlo. Agárrate a la vida para poder hacerlo. Aunque la vida es algo muy barato comparada con la obra de un hombre. Sólo que la precisas. Agárrate fuerte a ella. Ahora es el momento. Hazlo sin esperar nada. Siempre ha coagulado bien tu sangre y esta vez también puedes triunfar. No somos la chusma. Somos lo mejor y lo hacemos gratis".

    Ernest Hemingway


    sábado, 4 de julio de 2015

    Colibrí




    Amanecías con el café y las campanas de la iglesia, la ensalada de pepino y atún y huevo y tocino, jugo de naranja mas una sonrisa. El D11 nunca tuvo esa mezcla de aceite y fuego combinándose a los lirios ni a los peces del estanque. La quietud de mis décadas se interrumpía con la corteza suave de tu femineidad, el alcanfor reconfortante de la tolerancia y paciencia, la sombra tibia de encontrarte en otras personas al caminar por la calle. 
    Ir a la luna el proverbio del día. Asolearse, pecado. De todas las flores regaladas sólo una queda perenne al lado del incensario. 
    Todo vuelo inició en tierra y queda intacto en el aire. Ni luz ni sombra tormenta semanas palabras o actos han de prevalecer por sobre el amanecer que la playa perpetúa en los remansos de las olas en el Pacífico.
    Brasas y brazos temperatura templó, templo milenario midió el momento de alba a crepúsculo, y toda llama te clama, toda penumbra te invoca, sal y pimienta no conjuran el binomio que disuelta en alcohol y olvido pronunció el 612, dividido en fruta y cuartos, arena ciega, familiares desconcertados. 
    Las edades que me han presenciado en cada resurrección transmiten el domicilio de tus comisuras, los pliegues en tu armario, El día que las naves fueron quemadas no fue dicho que una balsa quedaba intacta, renovada, inmóvil en su estructura de caleidoscopio. ¿Recuerdas el lavabo de cobre donde se enjuagaron las dudas, los insomnios, las placas de la abuela? Cada carta que sin verano anidaba en invierno logró llegar al hogar, y, por ahora, diría:

    Tranquila, cuidado, estoy a la vuelta de la tarde.





    viernes, 12 de junio de 2015

    MOVER UNA ESTRELLA




    -Descansa.
    Hizo un movimiento reflejo que más tarde pausó.
    -Mejor mañana. Es que…
    -No te preocupes.
    -¿No tienes sueño?- él negó-. ¿Seguro?
    -Te dejaré dormir. Voy afuera a terminarme el vino.
    Mediante un sonido gutural la mujer, recostada y semidesnuda, accedía sin recelo. Tomando la copa y rellenándola hasta el borde al interior de la habitación, apagó el televisor para silenciar a Miles Davies, llevó sus determinaciones hacia la corriente lenta de viento del exterior, caminando lo menos ruidoso que pudiera lograr con las plantas desnudas a través de un corredor con piso de madera. Atrás, sólo la pequeña lámpara verde de lava permanecía como vestigio de la velada; media botella de malbec, un tazón de avena, dos cucharadas de gelatina blanca y roja mas tres bocados de ensalada de pollo para ella. Él prefería evadir cualquier alimento al beber. Pero, la verdad es que permitió que ella colocara una galleta salada en su boca; ese gesto siempre lo había hecho perder los estribos, caer en la red: era la mejor carnada para lograr atraparlo, y ella debía saberlo.
    Copa en mano, ya afuera; en la terraza de la segunda planta donde podía ver las siete iglesias iluminadas, los cañones urbanos, y vigilar los movimientos de las nueve calles aledañas; cubierto su torso desnudo con la polifonía de la noche, estrellas y murmullos de ramas y hojas, puso a Chet Baker en el celular. Bebía a lentos sorbos, mirando al horizonte. Hubo algo de familiar en ese momento, había algo desconocido en los actos y hubo un sentir ancestral que parecía repetirse. Miró la hora. Faltaban segundos para dejar de celebrar su cumpleaños. Tres mil setecientas horas antes y en el transcurso, pensaba en lo que sucedería con ella, por ella, a su lado, sin su presencia y en su presencia. Cualquier augurio se confirmó y cada uno se negó con la solidez con que se plasman recuerdos y remordimientos.
    Bebía lento; Chet fue el compañero indicado ante la continuidad de respiros. La ciudad lucía igual al año anterior, el bisiesto, donde ella no era ella y tenía otro nombre y más cabello, donde él durmió primero y pretendió olvidar que había otra, de la cual meses atrás recibió mensaje al celular y que respondió con una lista de mentiras. En verdad Chet hacía pasajera la daga en que se transformó existir en el mismo sitio.
    Pensó en la triada de elementos que lo invadieron minutos antes: lo familiar, lo desconocido, el sentir. Meditó. Sorbía. Fumó; hábito renovado como la triada conocida. Durante su juventud preparó la receta de su noche, cita, perfecta. Los ingredientes, las palabras, el tono en que serían dichas, la música, los cubiertos ropa y sonrisas se pensaron con años de antelación a concebir la unión de su nombre a otro femenino. Durante aquel tiempo lo primordial, creía, era la contraparte, la compañía, “ella”. Lo demás resultaba mero adorno. Meses, años, accidentes. Cambios de residencia, trabajos, besos y tardes. Ríos y tormentas, así como amistades y pliegues en la piel se sumaron y restaron para cuando su receta perfecta logró cuajar. Eso, eso era lo que pensaba, lo que inundaba los intersticios de la mente que naufragaba en tratar de memorizar nombres y apellidos.
    -De nuevo…
    La escena cuajaba y olvidó la cantidad, los sobrenombres, domicilios, fechas, sitios, frases encriptadas: “ellas”. Existió el: está es la buena, con ella sí, ya qué…
    Miró la hora, el cielo, las líneas difusas de los demás edificios alrededor y My funny valentine terminaba. Con precisión cronológica el año anterior lo hizo; quizás seis meses antes también, y conforme hurgaba en los recovecos de olvido anexaba nuevas fechas y nombres. Fechas. Nombres. Olvido. Sentir.
    Ahora lo reconocía, en un punto de la cocción había perdido la sutileza, la fórmula, la novedad, lo irrepetible, ese instante único hasta lograr copiarlo mecánicamente. Gestos ensayados, palabras, silencios.

    Miró la hora, el movimiento de manecillas a través de la ventana cancel del interior de la terraza, el campanario más próximo: ahora se hallaba encima del coche con rumbo a otra ciudad.

    domingo, 8 de marzo de 2015

    Mon Ali




    Añoro aquel inicio que será conocernos/
    hoy buscas que tu domicilio
                                     no te aparte del deber/
    hoy es un día de aliento largo:
    nunca desesperes al tiempo fatigándote
    siéntate, descansa
    escucha la lluvia nombrándote
    Mon Ali, Mon Ali

    La belleza en ti
    como el cielo
    se prolonga al infinito:
    Haz que esta tormenta despliegue tus alas
    sobrevuela la eternidad en mis labios.

    Lleno la siguiente copa
              para pronunciarte: Mon Ali.


    martes, 24 de febrero de 2015

    Lonsdaleite (cap II)





    Se destrozaba el mundo y el inconcluso seguía en su estado habitual. Abriste el gabinete sólo para hallar el encendedor y la cajetilla cerrada. La noche no deparaba mas que silencio y hambre, somnolencia y la sensación de ser un día feriado en que no sueles salir, pues bien, si no fuera por la conexión intermitente del wifi no hubieras encontrado el Frogstomp de Silverchair, con su Tomorrow que afianzó la determinación perdida veinte meses atrás, donde tantos kilómetros, cervezas, ovnis, sudores y polvo se desperdigaron en el camino. Luego vino Shade y el escenario cambiaba de emoción en todas tus latitudes. “Don’t feel bad, you are not the only one”. ¿Y qué? sumaste otro paso al medio maratón sin que la velocidad te importara, otro sonido en el oído, otra sonrisa en un buenos días, mas un pequeño temor a renovar el pozo que continua vacío. El 2eme REP te espera con el paracaídas y el lodo pegado a tu rostro, todo para lograr volver con sueño tras una jornada en el trabajo y poder colocar ese objeto tan inusual en estos tiempos llamado CD original, y no sabrás si será Tool, Audioslave, Silverchair, Nirvana, Smashing Pumpkins u optarás por algo de la vieja escuela como Black Sabbath, Soundgarden o AC/DC, lo que sabes es que no será ni Agustín Lara o Alejandro Fernández porque de tu boca los gritos estorbarán a las estrofas. Mejor entraste en las memorias para ahogar los fantasmas.

    -Otro whisky, por favor... Sí, igual, con tres hielos.
    -¿Y cómo dices que te llamas? No escuché con esta puta al lado.
    -Lovedy, André Lovedy.
    Recordabas lo que mencionó Adriana diez años atrás.
    -No vuelva hablar así de una mujer en mi presencia- dijiste después que tu puño se alejaba de su mentón. La mujer que por monedas bamboleaba el cuerpo al ritmo de Los Cadetes de Linares con cualquier invitado del bar, te habló: “Gracias, señor Lovedy”.
    -Love, dime Andy- girando tu torso sobre el asiento.
    Tomando el vaso en la mano derecha con la siniestra depositaste dos billetes verdes en la barra y salías por las puertas reversibles para volver a montar la bestia sin el 666, sólo la estampa de cobra pegada al guardafangos. Ya en el Barracuda setenta y dos; tercera generación, color Chartreuse; la memoria USB colocó a Moenia sobre el parabrisas con la Avenida Alcalde enfrente. La suela de tu bota hizo que el platino de las bujías recién anexadas esa semana por César encendieran tu adrenalina, la emoción de novedad, el brillo emanado de tus ojos cuando saben lo que hacen y a dónde van desde aquella vez, en que siendo adolescente, estabas en medio de la tormenta camino a casa. Atravesaste el cuerpo sólido del agua sin poder ver, pero con la determinación de avanzar pisaras donde pisaras, sucediera lo que sucediera.
    ¿Qué era el fresco en tu 501? Olvidaste beber del vaso. No importaba, renovar el contenido era cuestión de doblar en la esquina, poniendo freno de mano, y detener el coche en el espacio del Seven Eleven, y mientras lo hiciste pensaste... No, en ella no, en Jesús de Suburbia del que habla Green Day, el mismo grupo que bautizó el boulevard donde vives, tu madriguera, viejo lobo, tu Neverland sin ruedas de la fortuna; tu suerte no había sido echada ni lo sería, pues sabes bien que en tus manos yace el destino que te depara.
    Dos botellas de Jack, litro y medio de Marqués de Cáceres, mas cinco de William, te acompañaron luego de la parada en donde supo Green Day que el hogar no siempre es donde está el corazón. No estaban contigo Los Cobra ni Alonso, pero con ese pelotón te sentías casi igual de protegido por ambos flancos como si en verdad estuvieran reunidos contigo en el coche; de niños nada tuvo tu infantería.
    Ahora, con Pearl Jam y el ámbar de tu cosmogonía en los labios y en el hígado, Jeremy estaría a salvo y de sus muertes se hablaría por futuros cantantes en bares de mala muerte, aun con la jeringa en su brazo pero sin soltar el pie del pedal de distorsión. Eso te reconfortó al pensarlo porque sería una alusión a tu Barracuda y las curvas de carretera donde invadías el carril contrario sin hallar el tráiler. Sólo en una carretera, la 40, durante ochenta kilómetros solía invadirte el miedo, pero no era de morir, sino que la persona que visitabas estaría siempre pendiente de que estuvieras bien y quería que en el trayecto no te ocurriera nada parecido ni a un raspón. “Me mandas un mensaje cuando llegues”. Te pertenecía el temor por que hubiera una persona preocupada por ti; el eslabón, el punto débil en la estructura de seguridad. Y sabías de su sinceridad, por ello relegaste la natural omisión de anunciar tu llegada al apartamento luego de comer carne asada en su patio trasero. Deseaste ser el detective que hallara la cura para su mal, pero para entonces habías cometido un error: No estudiaste medicina más allá del aciclovir y la penicilina.
    -Eso rimó- me dijiste, y te avergonzaste de que sólo yo fuera el dueño de tus pensamientos.
    Diste gracias al Canaca por haberte hecho reír igual a como lo hiciste cuando en ese momento se cruzó en el estéreo Gloria Trevi; cortesía de Tresviñedos, alias Treviño. Mas ése no era narco ni poli, sino un vato loco de la esquina más seca en Puerto Vallarta que te pasa música bajada de no sabes dónde. Todo en él era puntos suspensivos.
    ¿Porqué estabas en esa ciudad? No importa lo que me contestes. Lo sé. Lo sabes. Pero no queremos anunciarlo. Tienes trabajo pendiente.
    -Vergas, se me olvidaron los hielos.
    Horas más tarde te dieron ganas de hablar con Pernille; la única amiga en la ciudad; preguntar si ya estaba casada y con ganas de abrir otra tienda de ropa o había vuelto a Dinamarca, pero una llamada a las tres de la madrugada, santuario protegido por tu insomnio, no era prudente. Ni la más profunda borrachera haría que hablaras con amigas, mujeres o enemigos, eso lo relegabas para el oído del amigo que te manda a la chingada y luego dice que mañana ahora sí van a Don Gibarone.
    Luego recordabas algo. Tu mente se detuvo en eso. La brecha generacional que te separa de hallar sentido en un like de facebook, la normalidad de recibir llamadas donde te encuentres, y el hecho que ya no se oiga el tono con que solías conectarte a internet por medio de una llamada.
    -Ya nada es como antes.
    Lo sé, lo sé... Tampoco eres como antes.
    -No soy lo que estoy haciendo, ni soy lo que voy a hacer, pero gracias, Dios, por no ser lo que antes era.
    La oración de fuerzas especiales que recitaban los ex militares a tus neuronas reunió, pero tú, hijo de Lovedy, no eres religioso, así que cambiaste a Dios por Whisky, y la sentencia quedaba así: “No soy lo que estoy haciendo, ni soy lo que voy a hacer, pero gracias, whisky, por no ser lo que antes era". Luego intercambiaste esa palabra con cualquier tipo de alcohol, y la mejor sonaba con CHEVE.
    -Cheve-chevy-, pensando que así le dirías al relevo del Barracuda. O a junior. No, él no figuraba entre las balas ni en las resacas.
    Había remanentes en la memoria de cuando transitaste el Infierno junto a ex militares, de quien aprendiste técnica, fuerza y destreza; pero ese Infierno no se comparaba al que te mostró, alguna vez en la Universidad, Rubí. Bebimos medio cuerpo inerte de Jack por ese recuerdo, esperando que la amargura del alma fuera diluida con la que sentimos recorrer nuestras gargantas, las del Barracuda, y las de incontables mujeres que nos recibían.
    La noche era oscura, no como todas las noches, sino más densa su tiniebla porque en los Arcos del Milenio ocurrió frente a ti un percance automovilístico, y supusiste que la rubia del coche azul recostada sobre el cofre fue la silueta sentada a tu lado que subió el volumen, diciendo: “Esa, esa...”, y la canción escogida era No me arrepiento de este amor, con Ataque 77.
    -¡Vergas! ¿A qué hora te subiste?
    -Estaba dormida, tío ANDE.
    ¿Era normal?
    Paranormal.
    -No hay nada normal…
    Y la silueta que subió el volumen desapareció; entonces diste gracias al alcohol de que la rubia te acompañara invisiblemente…

    De ahí en adelante sólo recordamos que, con The Doors de fondo, te dolió una parte que cuidas tanto como las provisiones durante una campaña en terreno hostil- la noche ya había destruido el día- y retiraste tu cuerpo.
    -¿Qué pasa?
    -¿Tienes un piercing en la lengua?
    Asintió y no lograbas saber si ya te había dicho su nombre, o si preguntaste, y he ahí sus ojos grises, casi blancos, la piel nívea, cabello rubio plata y la sonrisa coqueta de una mujer que anhelaba estar con el detective privado en lo privado de su soledad. ¿Hotel? Quizá. Al menos las sábanas estaban limpias y no había paredes pintarrajeadas con aerosol. La decoración era llana, sin artículos que resaltaran, hasta los muebles parecieron estar atornillados a la alfombra que cubría el suelo. En sus manos tenía guantes sin la punta de los dedos. Eso sí lo recordabas de cuando fuiste por hielos y la viste afuera de la tienda. “Alterna”, pensaste, y la chica Alterna siguió su tarea. “¡¿Dónde vergas aprendió eso?!”. Te volvía loco ver cómo desaparecía tu cuerpo y volvía a surgir del abismo. Paraíso. Cinema Paradiso. Perdición. La caída. “All right”. Y la armónica encendía el fuego con the action lady. Otra vez eras el Rockstar en que te convertiste al bautizar tu apartamento en los días de Universidad.
    Minutos más tarde Los Fabulosos Cadillacs aparecieron en el televisor de plasma que colgaba de la pared a la vez que ella se fue al baño a contestar su celular. No queremos sufrír, Ay ay… Dejaste unos vales de despensa tomados de una escena de los hechos y, desnudo, tomaste tu ropa y saliste por la puerta. Aún no sabes si de eso vivía pero la costumbre hizo que dejaras dinero en la mesa de noche.
    Sí, era el Holiday Inn.
                                                             666.

    De vuelta en la habitación rentada en Hostelito Inn para las operaciones que desarrollarías, mientras esperabas el arribo de la información de inteligencia de campo tomada por Fercio, decidiste observar en la computadora portátil un programa de Eddie Murphy que tenías en la memoria USB, “Delirious”; mantener el temperamento templado sólo lo alcanzabas con risas que te adoloraran el abdomen como si estuvieras realizando tu rutina de ejercicio matutino, si es que la borrachera y la juerga te dejaba espacio. Claro que siempre lo deja. Deseaste the red leather jacket pero no los pantalones. Había mariachis desfilando por la calle de afuera, así que optaste por echar una mirada entreabriendo las cortinas. No, Eddie era mejor en ese instante.
    “Motherfucker”.
    Mister T.
    “Mother fucker”.
                                              The ice cream man is comin!, the ice cream man is comin!...
    Repasabas en la mente el informe del periódico El Universal del día anterior.
                                   Mas el sueño te envolvió.
    La luna creciente se encendía, su color naranja asomándose por debajo de las nubes era una cuchilla que estaba hiriéndonos.





    lunes, 16 de febrero de 2015

    Hemingway, raíces

    Pasó una semana y no te das cuenta- en verdad no te das cuenta- que los minutos fueron uniéndose. Hubo un paseo, del alma, noche del alma, lluvia (cómo olvidarlo), noche, algo de kwoon al final y un poco de mugre; los mejores instantes, como los peores, se acompañan de suciedad. Cierto, pero, ¿qué importaba? Sabemos que no acabamos de escribir aún. Lo sé. Pero la compilación no corre por nuestra cuenta, esa vendrá luego. Como las estaciones. Y por desconocidas causas. Fonemas, silencios, vocablos, espacios, ausencias.
    Después, al mirar al lado en la mañana (medio día o de tarde), como toda batalla hubo bajas. Encendiste incienso al buda, le pusiste lámparas de aceite y flores. Mas la culminación te la agregué sutilmente: el archivo con Hemingway a destajo- esta sobriedad ameritaba un recuerdo de las antiguas hazañas, el rumor védico de que en verdad existió un mítico guerrero.
    La verdad no te creí. Claro, lo sé. Pero... ¿y luego? 
    Fue reencontrare con un amigo. La dicha me invadió. 


    ¡Oh, Hemingway!


    Ahora, en Las islas en el Golfo, de nuevo oigo la precisión de la maquinaria bien aceitada:


    "Era una mujer encantadora y deliciosa que nunca en la vida alteraba un plan establecido. Hacía los planes siempre en secreto, como un buen general, y eran igual de fuertes, igual de rígidos que los de éste".


    "Un plan era un plan. Una decisión, verdaderamente una decisión".


    "Cinco semanas es bastante tiempo para estar junto a los seres que uno quiere y con los que le gustaría estar siempre cerca. Pero, para empezar, ¿por, qué se me ocurrió separarme de la madre de Tom? Mejor no pensar en eso, se dijo. Y los hijos que te dio la otra son dos muchachos estupendos. Muy extraños y muy complicados, y bien sabes cuántas de sus buenas cualidades las heredaron de la madre. Es una mujer excelente y tampoco debiste dejarla, pensó. Pero al instante añadió para sí: Tuve que hacerlo".


    "–Hay mucha gente que no te clasificaría entre los buenos –le dijo Thomas Hudson.
     –No lo soy. Ni lo pretendo. Ni bueno ni nada parecido. Pero quisiera serlo. Estar en contra del
    mal no indica que uno sea bueno. Esta noche estaba contra el mal y después el mal se apoderó de
    mí, yo mismo era un diablo. Lo sentía subir como una marea."

    "Cuando un hombre vive solo en una casa va adquiriendo costumbres muy definidas y llega a
    encontrar placer en seguirlas. Sin embargo es bueno romperlas de vez en cuando, y Thomas Hudson
    sabía que mucho después de marcharse sus hijos seguiría conservándolas".


    "Sabía casi todo lo que hay que saber sobre el vivir solo, y también había sabido lo que es vivir
    con alguien a quien se ama y que corresponde a ese amor."

    Lo que ocurre es que tienes un problema básico y otros intermedios. Es todo lo que tienes, de 
    manera que vale más que te acostumbres a la idea. Nunca más gozarás de hermosos sueños, de 
    modo que más vale que no duermas. Limítate a descansar y usa tu cabeza hasta que no puedas 
    más y cuando te duermas cuenta con las pesadillas. Eso has ganado enel juego de la vida. Fijas un 
    objetivo, echas la línea, te quedas vigilando y tu botín será sólo unos sueños intranquilos y 
    desagradables. Estás a punto de lograr no dormirnunca. Pero has cambiado eso por lo que tienes, 
    así que más vale que te guste. Ahora tienes sueño. Duerme, pues, pero cuenta con que te 
    despertarás sudando. Y bien, ¿qué importa? No importa nada. ¿Te acuerdas de cuando dormías toda 
    la noche con la madre de Tom? ¿Te acuerdas de lo feliz que eras y de que sólo despertabas si ella te 

    despertaba para hacer el amor? Piensa en todo eso, Thomas Hudson, a ver de qué sirve.



    Emancipado pasajeramente de la ambrosía, ha vuelto el vicio crónico:

    Nada peor que luchar contra la propia sombra.


    Extracto Mar y Niebla

      Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...