viernes, 8 de agosto de 2014

AL DESPERTAR

Extracto de "Diez historias y un segundo", año 2010


“Le dijo cómo la extrañaba más cada vez que se acostaba con otra; que no importaba lo que ella hiciera, pues sabía que no podía curarse de su amor”
Ernest Hemingway




-Responderé cada pregunta que me hagas- dijo ella.
El hombre pensó en lo que diría. Sinceramente no deseaba comenzar por una pregunta en específico.
-Pedro- dijo al otro hombre en la casa-, quiere que le pregunte lo que quiera.
Pedro se ocupó en terminar de lavar los vasos en el fregadero. No respondió más allá de una risa apagada al primer hombre. La mujer estuvo esperando con anticipación la cuestión, desde el otro lado del mundo.
-No he sabido nada de ti en dos meses. En mi condición actual no sé qué quiero… Puede ser difícil responderme; imposible diría yo.
-Aún así; responderé.
-¿Por qué terminaste lo nuestro?
Después de una pausa en la comunicación escrita, el monitor avisó la respuesta:
-Tú mereces todo. No podía verte por la distancia. Sentí que no estaba dando lo que te hacía falta. Por eso lo hice. No te imaginas cuánto me duele.
-Lo que necesitaba eras tú.
-Eso ya no se puede arreglar. Ahora lo sabes.
-Estuviste con otro. Regresaste con él.
-Sí, pero fue para terminar de una vez por todas. No duró más de una semana.
El hombre quiso haber escrito que aquello era una tontería, pero aguardó unos segundos a que su amigo terminara de secar los vasos. Pedro ya tenía un vaso seco, y el trapo lo revolvía en el interior del segundo. Vestía una playera descolorida, y su pantalón tenía las marcas de tierra que dejó el trabajo del jardín. Al terminar de secar el vaso, Pedro escuchó que su amigo encendía un cigarro.
-Estás muy seco conmigo.
-¿Seco? ¿Cómo se supone que debo estar, si es la primera noticia que tengo tuya en mucho tiempo?
-¿Qué sientes por mí?- preguntó ella.
-¿Y todavía lo preguntas?
-Dímelo, quiero escucharlo.
El hombre rió, sabía que el escribirlo no provocaría ningún sonido audible. Luego dijo:
-Cuando te vea sabrás que mi alma continúa en el mismo sitio.
-Te amo. Mi corazón no es tuyo.
-¿No es mío?- preguntó el hombre, alzando el cigarro encendido entre sus dedos sobre su cabeza.
-Perdón, me equivoqué. Quise decir que sí es tuyo.
-No te preocupes. Ya todo pasó, lo dijiste. Entiendo lo que sientes.
-¿Crees poder perdonarme?
-Cuando te vea verás que en mi alma lo que sobra es el perdón, así como un lugar en mi corazón para tu nombre.
-Quisiera tenerte. Iré a México.
-¿Para estudiar medicina?
-No, porque te lo prometí.
Pedro salió al jardín, donde el otro hombre fumaba frente a la computadora portátil. En sus manos llevó los dos vasos con vino tinto en su interior.
-¿Qué tanto dice Mary?- extendiéndole un vaso de vino.
-Según ella vendrá a verme. Sólo por eso.
-Kizuki, otra vez está incitándote.
-Déjala. Su ruleta rusa me acecha.
-No pierdes nada, Kizuki.
-¿Sigues ahí?- dijo ella. Kizuki desconocía la manera que Mary vestía para ser esa hora, de noche. Se figuró que estaba en camisón sobre las sábanas de su cama; el agradable contorno de su rostro; sosteniendo entre sus piernas cruzadas la computadora portátil. Con ese pensamiento contestó:
-Sí, aquí sigo. Es que estaba hablando con el amigo que te dije. Por cierto, te mandaré tu regalo la semana entrante. Mañana no estará abierto el correo. De nuevo: Feliz cumpleaños.
-Gracias. Me lo has mencionado mucho, y te agradezco grandemente que te acordaras. Lo esperaré paciente. Te amo. Me duele.
-¿Qué te duele?
-Todo lo que ha sucedido. El que nos hayamos apartado.
Kizuki pensó en que realmente siempre estuvieron apartados. Se conocieron unos meses atrás, y hablaron por diez minutos antes de la función de teatro en que participaron. Ella era la actriz principal de Sueño de una noche de verano. Él interpretaba un papel secundario con cinco líneas. Era la puesta en escena de estreno, donde Kizuki sustituyó al actor enfermo. Al término de la función, empacó sus maletas porque en México lo esperaba un papel protagónico, y sólo hubo un intercambio de direcciones y teléfonos por parte de Mary y Kizuki. Después nada. Ni un café, ni un baile. Nada.
-¿Tienes fuego, Kizuki?
Pedro recibió el fuego del encendedor de Kizuki. Volvió a un rincón para fumar y seguir escuchando la música que sonaba desde la computadora. Bebía de su vaso sin mancharse la playera ni los labios.
-¿Para cuándo vendrás?
-No lo sé, Kizuki. Estoy trabajando en un consultorio y asisto a cursos de medicina con un doctor reconocido. Pero te digo que iré a México.
-Eso espero. ¿Y si te mando el dinero para que vengas?
-Te digo que el dinero no es problema. Además mis papás no me darán permiso de un día para otro.
-¡Te hablaré por teléfono y les pediré permiso!
-¡No hables, están dormidos!
-No me importa- contestó Kizuki, pero en su mente pensó: no iba a llamarlos hoy, me esperaría hasta mañana. Tal vez.
-¿Qué estás haciendo?
-Hablando contigo, Mary- respondió más tarde-. De hecho se está haciendo tarde. Vine para colocar el pasto de la casa de Pedro. Ya te dije. Estoy cansado y debo dormir.
-¿Me hablarás?
-Claro. Es un hecho.
Y la comunicación terminó con unos: hasta luego. Pedro se acercó a Kizuki. Éste le enseñó la conversación escrita por una hora. Esa noche no había el viento propio de los meses de Marzo. A pesar de que el invierno finalizaba, el frío se podía sentir en los dos cuerpos de los hombres sin abrigo. Mientras bebían y fumaban, ambos continuaron conversando. No había estrellas sobre el cielo.
-Estabas apagado cuando llegaste. ¡Mírate ahora! Te ves contento. Te hace bien saber de Mary.
-¡Brindemos por  la felicidad y por saber cómo contestar!
Chocaron los vasos de vidrio. Tomaron el resto de vino en los vasos, y Kizuki descorchó la segunda botella de malbec que se encontraba detrás de él.
-Qué bueno que te ves mejor.
-Si te fijaste, yo no dije que la amaba.
-Ella entendió lo que quería entender. ¿Y qué harás con Nabile cuando venga Mary?
-Eso sería un problema. Todavía está en veremos que venga. Ahora Nabile tendrá motivos para pelarse conmigo. Siempre me pregunta que si estoy seguro de casarme con ella.
-¿Lo estás?
Kizuki no respondió a Pedro. Siguió bebiendo el resto de vino y al término, se despidió de él. Caminando debajo de la noche, comenzó a sentir helado el clima. Para haber bebido no sentía mas que el alma inquieta, sin ningún efecto de mareo. Andando cerca de su casa, regresó a su mente la conversación con Pedro. Esas palabras sonaron vivas: ¿Lo estás? Como oleadas se repetía la pregunta. Frente a la puerta de su casa, se dijo finalmente:

-No lo sé… pero sé que Mary no vendrá. Anoche soñé que despertaba, y en mi despertar dormía. Pero a mi lado siempre descansa Nabile.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...