domingo, 13 de junio de 2010

EN SOLEDAD

¿Es posible saber
lo que una persona piensa
cuando se piensa en esa persona?
Dice la mente de ayer

que silencio y pregunta van de la mano.
Prometo encontrar la respuesta con un sonido,
una canción, o esa pequeña palabra
indestructible. De la eterna.

Crece la sombra frente a mis ojos,
como la película de anoche.
De pronto entro lejos,
y amo la noche, en oscuridad.

Erra mi espíritu dentro del cuerpo.
Crece agonía en el pecho.
Mas el segundo espera la canción,
la melodía suave de su voz.

Permito decir: lo siento,
pero el corazón se rompe.
Esta escrito bajo el mar
con oleajes del pasado.

Ahora duerme, ahora sueña
ahora brilla en la herida.
Promesas dichas sin mentiras.
Ahora juega que las palabras fueron de otra.

¿Cómo adivinar
si el día y la noche van
en recuerdos noche y día?
Responde el trinar

de pájaros nocturnos y murmullos.
Todo yace en la penumbra,
como si hubiera nacido entre grillos,
cual sombra de oscuridad.

Vuela con alas extensas sobre el mundo,
recorre inquieto los deseos.
Yo, el moribundo
lucho sin destreza y taciturno.


¿Quiero ser
vacío errante por el tiempo
lleno de tiempo errante?
Contesta, poder,

si fácil vendrá el nombre de ella.
Corta imagen y larga vida.
Su nombre es Rosalinda.
La tierna y buena. La bella.

miércoles, 9 de junio de 2010


The sorrow came, empty, invisible like the tomorrow.
I come back to weep, with a little glance of shiny sleep.
The law of Lawson’s, the lost son found in the hollow,
blended in the cloudy of the morning, one day of September.
The silence say: no more, what can I answer to them?
Gone, the moment it’s gone, crying instill in the glance,
lonely sight of the over, living forever.
Tell me the secret of your heart, something is eating my curiosity
forgetting the moonlight, instead to remember, I have to keep it in the dark
with a spread of agony, to dilute in a second.
Arrive the memories, remembering me the past and the bleeding,
letting my need of six months, of a picture and a woman.
A child sees me, stand over my two feet, without end, I have to pretend that it´s okay.
Can you hear my voice? I can’t, just whisper a rumor of a electric feel,
that gives me a tinny hand.
Drink my wine, red, purple and invisible: is just the laugh in a big bottle.

CUERPO DE FUEGO




Y es el silencio lo que me envuelve, tan claro que perturba, tan largo que no lo veo en sus límites; es tan espeso como la niebla matutina del invierno. Su origen lo desconozco, así como el día que aprendí a perder los significados de las estaciones. La vida, el latir, el aroma de la ropa que uso y de mi cama, esos lentos respiros mientras camino, todo me recuerda que no soy lo que solía ser, que me convierto en lo que desconozco y que la transfiguración tiene facturas elevadas.
Miro arriba y veo las estrellas. Sé que el viento sobre mi rostro no moverá sus cuerpos, ni estrujará los sitios de sus cimientos. Ahora espero que ella despierte, que acercando la vista por la ventana, después de descorrer las cortinas, pueda darme un saludo en su mirada de asombro. Hay tres formas de que me vea. La primera es por la ventana de su cuarto. La otra, por la ventana de la alcoba de su hermano; pero la que más estremecedora me parece es la tercera: abrir la puerta y mostrar su cuerpo soñoliento, en camisón o pijama, con el cabello alborotado, saliva seca en sus labios y algunas pestañas postizas en su mano, debido a la fricción contra sus ojos para cerciorarse que está despierta, viéndome.
Ahora duerme con la tranquilidad de los árboles; tibia y frágil como una ducha; ausente en un mundo aparte; oculta en las tinieblas con que escondo mi sentir. Hay dos faroles cercanos, uno frente a la cochera de su vecino, el otro está cruzando la calle esparciendo su luz en mí.
Comienzo a desear tener libertad, o la llave de plata que me pueda acercar hasta ella. Siempre sucede lo mismo en esta ceremonia: espero a que salga, que despierte y me vea, pero nunca sucede. Esta vez quiero que sea diferente.
Puedo dibujar claramente el último recuerdo de ella, así como el paisaje que veo. Sus ojos destellaban fulgurantes por el gusto de volver a encontrarnos después de una larga agonía de soledad, tenía el cabello oscuro y ondulado, con unos semi rizos al finalizar la punta. Ese día, aquella tarde, supe que volveríamos a recorrer la ciudad. Estaríamos tomados de la mano, viendo mutuamente nuestro perfil, hablando entre sonrisas de los adoquines y de las fuentes que íbamos dejando atrás, o de los jardines en flor y sus formas simétricas.
Ambos evitaríamos hacer promesas.
No importaría si estuviera vestida para una fiesta, con tacones y perfume caro, o con zapatos deportivos y blusa descolorida, así como tampoco importaría si hubiera olvidado bañarse y maquillarse por la premura de mi llegada, lo que importaría, lo que importaba, lo que importa, es que sentía sus dedos suaves entrelazando mis ásperos dedos, teniendo su calor junto a mí. Pude ver la ciudad desde su lado, y en su sonrisa percibí la honestidad con que siempre habló conmigo. Me mostró el programa de eventos para esa temporada: conciertos, películas, obras de teatro, talleres y conferencias, muestras de baile… infinidad de lugares que nos gustaría ir.
Era fácil decir que sí a cualquier invitación con sólo verla.
En mi mente surge lo involuntario de mi cuerpo y palabras. Dije: “la hija del carnicero”, con la normalidad de un loco oficiando misa. También chocaba mis talones y puntas de mis pies, metía las manos en los bolsillos del pantalón, caminando de atrás adelante dos pasos, y miraba a ella de frente y después a cualquier otra parte. Ella dijo: “no sé de dónde jodidos es”, refiriéndose a otra mujer. Eso provocó que unos mocos invisibles salieran de mi nariz, los que limpié sutilmente; según yo. No me apené por el incidente; era lo que menos me tenía apenado al momento. Después de todo, ¿quién dice las mismas frases en un minuto para decir que se quiere ir al cine lo antes posible con la otra persona, y no con cualquiera que no sea ella?
Le di un dulce, pero en mi alma quería darle más que eso.
La belleza no estaba en la longitud de sus cabellos alargados, o en la armonía que sus labios se acompasaba con sus dientes blanquecinos, o la luminosidad del sol ocultándose que recorría el interior de la estética que nos rodeaba, o que la tersa piel de su mano confundiéndose en la suavidad de su manga de seda, convirtiendo su ropa en una extensión de su cuerpo; no, la belleza era la conjunción de los elementos de aquella tarde en que la vi.
Instintivamente mis pasos siempre me llevan a ella. Aunque su trabajo quede cerca de mi casa, no es obligatorio que pase por ahí; pero así lo hago. Ella vive del otro lado de la ciudad, pero me monto- dentro de mis sueños- en la moto para visitarla. Lo extraño, es que cuando voy manejando y caminando, puedo encontrarla en el tráfico, en la multitud de personas en el mercado, en una florería, en una calle escondida del centro, y siempre la reconozco aunque no piense en ella, y, lo más raro, es que es ella, y no una de esas figuraciones mentales. Usualmente me saluda, casi siempre con un ademán de cabeza.
Ahora estoy lo que algunos llamarían consciente. Aún así, lo inhóspito del pasado me recuerda que no es seguro que todo haya o esté sucediendo, así como sé que tal vez el futuro se descorra por mis ojos en una serie de imágenes fantasmales, y no sería tan real como el sentimiento que guardo hacia ella. Saber su nombre fue primordial en meses anteriores, pero lo que ahora quiero, es saber lo que significa decir su nombre, evocar la totalidad de posibilidades que encierra en ella, y que no conforme, pueda sorprender mis predicciones de su comportamiento.
Casi la puedo escuchar decir que aprendió a cortar el pelo en la cárcel; que sus cuarenta lunares los obtuvo en la playa; que estuvo cocinando huevos al sol en la arena, y le creería.
Compartir fuego con tabaco y vino, comer del mismo plato, ceder el restante sabor del chicle, esparcir la salsa en las palomitas y encontrar nuestras manos cuando las adentramos en el recipiente; eso sería el cielo.
Las estrellas cruzan el cielo nocturno oblicuamente, por lo que el tiempo debe transcurrir. No sale, no la puedo ver, pero sé que ella está dentro de su cama, soñando un sueño que olvidará en la mañana. Parece que la ceremonia tiene que transcurrir con el mismo final, y en mi espíritu inquieto quiero cambiarlo.
Desbalances de mi cuerpo me acercan a su puerta, nock nock.
Un brillo escapa del fuego, y la flama oscila de un lado a otro. Puede que el fulgor de mis intenciones se trasmine desde el interior de su casa, que ella esté tan radiante como en esas imágenes en que la recuerdo, con un halo de santidad pecaminosa tras ella, pestañeando entre bostezos. Puedo ver que hay cuatro paredes sin ventanas ni puertas, que ningún mueble descansa dentro, que su figura se muestra quieta frente a mí. Es ella, es la vela que unos minutos antes encendí en mi alcoba.

Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...