viernes, 12 de junio de 2015

MOVER UNA ESTRELLA




-Descansa.
Hizo un movimiento reflejo que más tarde pausó.
-Mejor mañana. Es que…
-No te preocupes.
-¿No tienes sueño?- él negó-. ¿Seguro?
-Te dejaré dormir. Voy afuera a terminarme el vino.
Mediante un sonido gutural la mujer, recostada y semidesnuda, accedía sin recelo. Tomando la copa y rellenándola hasta el borde al interior de la habitación, apagó el televisor para silenciar a Miles Davies, llevó sus determinaciones hacia la corriente lenta de viento del exterior, caminando lo menos ruidoso que pudiera lograr con las plantas desnudas a través de un corredor con piso de madera. Atrás, sólo la pequeña lámpara verde de lava permanecía como vestigio de la velada; media botella de malbec, un tazón de avena, dos cucharadas de gelatina blanca y roja mas tres bocados de ensalada de pollo para ella. Él prefería evadir cualquier alimento al beber. Pero, la verdad es que permitió que ella colocara una galleta salada en su boca; ese gesto siempre lo había hecho perder los estribos, caer en la red: era la mejor carnada para lograr atraparlo, y ella debía saberlo.
Copa en mano, ya afuera; en la terraza de la segunda planta donde podía ver las siete iglesias iluminadas, los cañones urbanos, y vigilar los movimientos de las nueve calles aledañas; cubierto su torso desnudo con la polifonía de la noche, estrellas y murmullos de ramas y hojas, puso a Chet Baker en el celular. Bebía a lentos sorbos, mirando al horizonte. Hubo algo de familiar en ese momento, había algo desconocido en los actos y hubo un sentir ancestral que parecía repetirse. Miró la hora. Faltaban segundos para dejar de celebrar su cumpleaños. Tres mil setecientas horas antes y en el transcurso, pensaba en lo que sucedería con ella, por ella, a su lado, sin su presencia y en su presencia. Cualquier augurio se confirmó y cada uno se negó con la solidez con que se plasman recuerdos y remordimientos.
Bebía lento; Chet fue el compañero indicado ante la continuidad de respiros. La ciudad lucía igual al año anterior, el bisiesto, donde ella no era ella y tenía otro nombre y más cabello, donde él durmió primero y pretendió olvidar que había otra, de la cual meses atrás recibió mensaje al celular y que respondió con una lista de mentiras. En verdad Chet hacía pasajera la daga en que se transformó existir en el mismo sitio.
Pensó en la triada de elementos que lo invadieron minutos antes: lo familiar, lo desconocido, el sentir. Meditó. Sorbía. Fumó; hábito renovado como la triada conocida. Durante su juventud preparó la receta de su noche, cita, perfecta. Los ingredientes, las palabras, el tono en que serían dichas, la música, los cubiertos ropa y sonrisas se pensaron con años de antelación a concebir la unión de su nombre a otro femenino. Durante aquel tiempo lo primordial, creía, era la contraparte, la compañía, “ella”. Lo demás resultaba mero adorno. Meses, años, accidentes. Cambios de residencia, trabajos, besos y tardes. Ríos y tormentas, así como amistades y pliegues en la piel se sumaron y restaron para cuando su receta perfecta logró cuajar. Eso, eso era lo que pensaba, lo que inundaba los intersticios de la mente que naufragaba en tratar de memorizar nombres y apellidos.
-De nuevo…
La escena cuajaba y olvidó la cantidad, los sobrenombres, domicilios, fechas, sitios, frases encriptadas: “ellas”. Existió el: está es la buena, con ella sí, ya qué…
Miró la hora, el cielo, las líneas difusas de los demás edificios alrededor y My funny valentine terminaba. Con precisión cronológica el año anterior lo hizo; quizás seis meses antes también, y conforme hurgaba en los recovecos de olvido anexaba nuevas fechas y nombres. Fechas. Nombres. Olvido. Sentir.
Ahora lo reconocía, en un punto de la cocción había perdido la sutileza, la fórmula, la novedad, lo irrepetible, ese instante único hasta lograr copiarlo mecánicamente. Gestos ensayados, palabras, silencios.

Miró la hora, el movimiento de manecillas a través de la ventana cancel del interior de la terraza, el campanario más próximo: ahora se hallaba encima del coche con rumbo a otra ciudad.

Vestigia Dominari

 Bienvenida sea la primavera! Se acerca un eclipse y la parsimonia en los eventos se ve en armonía. Hace 20 años (el tiempo nos ha invadido ...