sábado, 29 de octubre de 2011

Sobre Un té a medianoche

Los factores que incubaron Un té a medianoche se componen de:
1.- La idea de hablar acerca de un poeta que tiene placer al correr en coche por carreteras, que tiene éxito con las mujeres, que al viajar se detiene cada vez que un paisaje llama su atención para dibujarlo con acuarelas, que tocó en un grupo de rock y que bebe las ocasiones en que no puede hacer alguna cosa de las anteriores. Quería un poeta que no lo percibieran como afeminado.
2.- Que ese personaje se sienta ajeno al contexto en el que vive, donde las costumbres, personas, religión, tecnología, conflictos sociales y la educación que tuvo en su infancia no le atraen en lo más mínimo, sino que evidencian la barrera fronteriza del sitio que representa su verdadera patria.
3.- Un concierto de Mahler al que fui, donde se interpretó la Sinfonía Número Uno. En ese concierto tuve sensaciones que envolvieron mi ser hasta decretar hacer algo en algún momento con lo que me trajeron. Sin saberlo en ese momento, también ese día fue determinante, ya que luego hubo un incidente, del que no hablaré, que terminó con la disciplina que hasta ese día y desde seis meses atrás tuve. Al verme en tales condiciones comencé a escribir, y las semanas posteriores se fueron clarificando las decisiones u observaciones que tenía con respecto al mundo, la vida, y mi pasado y futuro.
4.- Ahora, pero mayormente decisorio, el hecho de que planee un viaje que terminó por no realizarse, del cual, los pormenores quedan insinuados en el viaje que el personaje no hizo. Al no ir, por mi mente transcurrieron pensares que no llevé a cabo, pero que dieron combustible para formar un escenario.
Éstos son algunos de los sucesos que iniciaron la novela. Debo recalcar que los pensamientos habían sido meditados a lo largo de seis meses, pero que en los meses de enero a marzo del 2011, fue necesario enunciarlos. Por supuesto que para ese momento nuevas situaciones alteraban mi percepción, pero lo que noté es que me sensibilicé al grado de percibir las nimiedades de las personas a mi alrededor, tales como los objetos que portaban, sus palabras, su sentido de realización o falta de ésta. Inicié el día 27 de marzo con un par de párrafos inconexos entre ellos que ya tenía escritos desde semanas atrás. A través de los días cada noche me sentaba a escribir, y no sé si desde el inicio, pero sí sé que en su mayor parte, sobre todo entre los meses de mayo, junio, julio y agosto, me sentaba a escribir borracho, o al menos, con una botella de cerveza o un vaso de whisky. Lo que también recuerdo es que comencé a escribirlo borracho porque debía transcribir las sensaciones al estar bebiendo, que a fin de cuentas era una característica del personaje. Otra herramienta de la que me valía fue el copiar conversaciones con la chica que inspiró el personaje secundario. Sin ellas no habría podido expresar la singularidad de su habla. Es preciso mencionar que ella es el detonante que abrió las puertas para escribir la novela, ya que la forma en que la conocí, los días que la traté, y sus ideas, me parecieron únicos y dignos de contar textualmente, pero el hecho de haber sucedido con años de anterioridad, mas el olvido innato y mi gusto por omitir contar sobre mí, fueron motivos para hablar un poco de eso pero con un código que sólo las personas que me conocen sabrán discernir.
Mariela

Ahora no recuerdo bien- el olvido- pero decidí que fueran 19 capítulos de 7 páginas cada uno. En el transcurso de escribir me pasé de hojas en algunos capítulos, pero lo tuve que corregir; aún sin saber a ciencia cierta el por qué decidí que fueran siete, quise respetarlo.
Al ir investigando para llenarlo con ideas desconocidas por mí, como la estructura de la sinfonía o los términos musicales, supe que Mahler se retraía en soledad para crear sus obras, que lo hizo en una pequeña cabaña, que él era perfeccionista al grado de ser admirado y odiado a la vez. Luego supe que la última vez que la luna perigeo se vio fue 19 años previos, lo que consonaba a la perfección con la edad de la joven y los capítulos. También conocí sobre Thomas Mann, muy tardío en la escritura del té. Sentí una similitud en las frases y temas abordados, y la novela suya que leí fue Muerte en Venecia, lo que a la postre sabría que el personaje tenía el nombre de Gustav porque Mann era aficionado de Mahler. Otro de los incidentes que me han pasado en la creación de mis obras, es que lo que escribo después se torna realidad de una u otra forma, y esto lo vi y viví; como cuando estuve cojeando por una lesión en el arco del pie. Al inicio de la novela trabajé a la par de otra novela, pero después Un té a medianoche absorbía toda mi atención y fuerza. Todos estos sucesos me hicieron sentir que, si de una casualidad o coincidencia se trataba, para mí resultaba gozoso, un placer indescriptible, de lo cual un amigo dijo que yo continuaba una tarea que ellos de alguna forma iniciaron. No lo sé ni entraré en cuestiones metafísicas, sólo sé que fue excepcional sentir una afinidad. Ése mismo amigo supo que una relación que tuve en ese tiempo se encargaba de adicionar ideas a la novela, sin que fuera textual, y que al finalizar esa relación me topé con una falta de motivación. No quise achacarlo a ese término, pero era real. Lo que él me dijo fue: enamórate de nuevo. Pero lo que hice fue trabajar con las ideas inconexas que ya tenía trabajadas para terminar uniéndolas, lo cual, se me dificultó casi en un quinientos porciento. Lo que con normalidad escribía en un día o dos, tardaba ahora un mes, y eso que tenía ya las ideas, los escenarios, los sentimientos y diálogos. Al estar sobrio durante las revisiones me daba cuenta de que desconocía las formas como las escribí, me refiero a la estructura, ya que no parecían dichas por mí, sino por algo externo, idea a la cual achaco a los alcoholizados instantes donde los escribí. No es que diga que el alcohol diera inspiración, para nada; si eso fuera cierto lo que haya escrito fue lo tangible a la postre de un liquido efímero; sino que ayudaba a soltar las ideas almacenadas.
Para mí Un té a medianoche era pedir disculpas por un incidente que se debió a mí, y que tocaba mi visión de la vida para explicarlo, pero luego se volvió una lucha por conocer porqué accidentes, preguntas, frases, música, amigos e ideas, hacen que se cimbren las determinaciones propias. Sin darme cuenta una novela escrita para dos personas abarcaba a mayor número. Ahora recuerdo otra cosa: el nombre de la joven lo saqué de una conversación común que tuve con un amigo. Como me pareció tan hermoso e insinuaba una realidad, le dije que lo tomaría. El del personaje principal ya lo tenía guardado, pero hasta ese momento supe que lo usaría, a fin de cuentas me agrada usar nombres extraños, además de que lo situé en lugares imaginarios porque no quería contar sobre los mismos lugares en todas mis obras; por ello tomé las ciudades de una obra pasada.
Komponierhäuschen


Tenía en mis manos dos llaves
y todo el día y la noche para dormir
sin observar lo que la ventana reclamaba.

lunes, 10 de octubre de 2011

Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...