Eras una niña cuando apenas te descubría.
Te aprendí al ser todos los verbos.
De mi boca despertabas en presencia de las otras, bocas,
y no había otra sombra que tu hueco.
El espacio entre las plantas dio fruto en el desierto
que se extendía en todas mis latitudes.
Insistimos en permanecer y perecimos al comprender
que la minuta del santuario era unirnos.
Ponle un nombre a mi retrato y una vela al fallecido
sentir, querer, amar sin ataduras.
Fuego, lumbre, llama, chispa;
cada palabra dicha se consume.