lunes, 15 de agosto de 2022

Entrevista



ENTRE MUSAS Y UN CIGARRO

por: Sac-Nicté Calderón

El escritor 

duranguense

Karlo Toreles

abre la puerta

de su universo

habitado por musas,

para explicar a fondo

la base

de sus poemas y relatos.



"No hay luz verde cuando se trata del amor,

siempre pásate los amarillos y los rojos".

Karlo Toreles



En la mesa sólo había un libro de Murakami, una cajetilla

de cigarros, un encendedor, y una taza de té de menta. A

pesar del ruido que llegaba desde la avenida más transitada

de la ciudad, el interior del pequeño café era solamente tranquilidad.

Eso es lo que experimenta Karlo Toreles, quien adoptó desde hace tiempo, 

ese lugar como su favorito para beber té, fumar y crear.


EL ARTE DE ESCRIBIR

Escribe para resolver sus problemas.

Por eso lo hace cuando está más consciente de lo que 

sucede a su alrededor, o cuando experimenta algo

fuera de lo normal. Descubrió su amor  por las letras

gracias a las cartas, que están en su vida desde los seis años,

cuando creía que llegaban en un día sin importar la distancia

entre el remitente y el destinatario.

Pero una carta pierde gran parte de su esencia  si no es 

enviada por correo, y Toreles nunca olvida este paso.

"Soy todo un dinosaurio", afirma.

     A las cartas se les unieron novelas y poemas, con personajes

sacados de su día a día. Mas las historias que cuenta se 

componen  de muchas piezas: mujeres, vino, whisky, la noche,

la soledad, la arquitectura colonial, las personas desconocidas

y Frank Sinatra, entre otras.

"Cada elemento lo veo como una nota musical", menciona,

"y trato de plasmar esos momentos en que se unen 

en la medida exacta para crear un instante sublime".

Sin embargo, su ingrediente principal es el amor.



EL PRINCIPAL COMBUSTIBLE

A todas las definiciones que existen de este sentimiento,

se une la de Karlo:

"El amor es el primer pestañeo que viene antes y después de soñar".

Así, admite sin dudar que es "su principal combustible" no sólo al momento

de escribir, sino de vivir.

A pesar de que el mundo pareciera volverse más virtual,

con una pérdida importante de sensibilidad, el escritor

duranguense piensa que el "morir de amor" es una condición

inherente a los seres humanos y que existirá

"mientras haya una persona lo suficientemente

noble y valiente como para encarar las situaciones

que se presenten en su relación".

Karlo Toreles también nos da un consejo:

"No hay luz verde cuando se trata del amor,

siempre pásate los amarillos y los rojos"



LA IMPERFECCIÓN DE LAS MUSAS

Hombres como Monet, Pedro Almodóvar o Xavier Velasco

transformaron  la percepción  de las musas  y lograron que 

más allá de ser simples adornos en el arte, tuvieran

un rostro y un nombre reconocibles. Karlo se une a este

grupo, y las convierte en auténticos impulsores 

de los mundos que crea.

    No adopta a una o dos. Para él, una musa puede aparecer

en diferentes cuerpos: desde una mujer que camina por la calle

con su hija de la mano, hasta las que llama "las flores lindas",

es decir, aquellas con las que en algún momento cruzó 

la mirada, sin necesidad de llegar a algo más.

El proceso de convertirse en musa se divide en dos partes:

"que corresponden a las maneras en las que un 

hombre se enamora de una mujer", explica. 

La primera es la súbita, la del amor a primera vista.

La segunda es la que surge gracias a  una continua convivencia,

en donde la paciencia es clave, y en la cual "se descifra el

por qué entornan los ojos mientras hablan, o por qué 

no usan aretes ni maquillaje", indica. Ya sea que se

parezcan o, por el contrario, sean totalmente diferentes,

guardan una cosa en común: no son perfectas.

"En eso recae que sean musas, en su imperfección".

    

 Al terminar el té, la cajetilla contenía la mitad de lo 

que al inicio llevaba en su interior. Fuera del café, la vida continúa 

sin alteraciones. 

¿Cuántas musas habrá encontrado hoy Karlo Toreles?

                                 Sólo él lo sabe. 



lunes, 8 de agosto de 2022

***

 

 


HAY PALABRAS que dicen expresar sensaciones.

Hablan mis emociones. No entiendo el significado.

Ayer dijiste gracias por las cartas.

Fueron palabras, palabras, palabras.

Eran letras incomprensibles en lengua muerta.

¿Qué es una carta escrita en la soledad de la noche?

¿Será verdad lo que te dije y no recuerdo?

Dame gracias por no haber sucumbido,

luego dime que sí, que han llegado a ti.

Pero en el fondo, quiero ver tu cara en mi buzón.

No quiero palabras, palabras, palabras.

Letras más letras menos, una lágrima contiene la vida

como un beso contiene el universo.

Agradeciste los detalles que tuve contigo.

¿Cuáles, las llamadas, las pinturas, las películas y conciertos?

¿Serán las infinitas horas que angustia y dolor van en mi pecho?

Aprecias que te dedique tiempo en escribirte esto o aquello.

Son palabras, palabras, palabras.

Seamos sinceros, muero por dentro mientras tú lees esto.

lunes, 1 de agosto de 2022

Extracto: Gloria al Combatiente

SOY el imperio

que Zorro del Desierto, anidó.

Reputación de largo alcance,

sombra de ayeres y frutos

edad manifiesta no mostrada:

Soy el guerrero de cada vida

augurio de noche peleando al día.

¿Sabes lo heroico que es defender tu nombre?

No es opción perder terreno

adoptar doctrinas ajenas

ni defender cobardes,

de sus decisiones.

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


viernes, 1 de julio de 2022

Debes...

 

 

Debes saber mi secreto:

Por las noches va mi sombra

a cuidarte de mí en sueños

pues ni muerto o dormido

de tu abandono descanso.

 

Debes saber también:

Retorna mi sombra de mañana

para murmurar que tu huerto

ha sido hogar a mi angustia,

y en él descansa mi fruto.

 

Ésta sombra me incita

a tomar tu mano para levantarte,

esparcir dunas con flores

que no se marchite tu brillo

y podar inseguridades

pues éste desierto de exilio

será jardín en días futuros.



 

 

12 junio 2022

 

Por tu cintura insondable

cabalgó mi boca ciega,

palpitante su recorrido

hasta la frontera de sangre.

A paso lento y mojado

entre amanecidos montes,

fui viento arando incesante

con mirada encendida,

y relámpago nació en tus ojos

donde destino era caverna:

Planté la vid en el abismo

para en silencio germinar

promesas que tu vino

daría pasaporte a soledad.

  

Antes de partir, me dijo:

Será hoguera de penas

madre de cuatro elementos:

Norte, Sur, Este, Oeste

hasta escanciar sobre ellos

nuestra pasión infinita.

 



 

12 junio 2022

 

jueves, 30 de junio de 2022

HE QUERIDO SEMBRAR

 

 

He querido sembrar

murmullo de grillos bajo tu oreja

y oigas la noche que te pienso.

He tomado en baldes

líquida luz de Luna

para bañarte dormida,

mas claustros amagan tu voz,

 la lírica de tu mirar,

pues dentro de horas ausentes

mi alma no puede seguir

sin tu desbocada fragancia.

 

 ¡Hay del día que sembré sicomoro!

en tu pleno vientre

sin saber que árbol genealógico sería.

 

Hoy, como cada noche,

busco tu silueta incandescente

para iluminar el camino

dónde habré de perderme:

Cirios enciendo a tu retrato

va en pos de reliquias

al hogar que construiremos

y vivir con quien florece

en tu fragancia y mi cobijo.





 

 

 

 

Changuitos danzan en patios

colorean de azúcar crepúsculos

mientras cayado te nombro:

En ti sostengo al hombre

que ejemplo sirve a sus hijos.

Entre ramas altas jugaron

y sobre ruedas reímos,

su inteligencia me desborda:

Sobra alegría en la familia,

falta paciencia para arrullarlos:

Príncipes y bebés

ya se van a la cama,

y Tiban, y Mamir

ya se van a dormir.

 



... ...

 

Hoy que tus uvas

sanaron mi copa herida

entre jaque jinetes

te nombraron Reina,

en carruaje nocturno

vino sirvió mi boca

hacia otro día

mi Reina.



miércoles, 29 de junio de 2022

24/7

 


 

 


 

 

Salgo temprano al trabajo

y vuelvo nocturno

por la falta que haces.

Dejé un beso en tu ventana,

lo agarras antes de dormir,

a ver si no se moja o enfría

el abrazo que guardé ayer.

sábado, 25 de junio de 2022

Descansa el buen día

 A la inversa, de nosotros

emerge un beso submarino

y busca inquieto al nido

en que habrá de posar un:

Descansa.


Ya sobre agua su arribo

tras navegar incertidumbre

anclará este beso a tu boca

para luego desembocar un:

Buen día.




 


lunes, 11 de abril de 2022

Coloquio Letras De Durango 2022, Un té a medianoche

 




Sobre Un té a medianoche

 

Comencé a preparar Un té a medianoche el 27 de marzo de 2011 con párrafos inconexos escritos semanas antes. Y, a través de las siguientes noches, sin falta, me sentaba a escribir y mezclar los ingredientes.

No sé si desde el inicio, pero sí sé que en su mayor parte, sobre todo en mayo, junio, julio y agosto, me sentaba en un bote de pintura de mi patio trasero a escribir, colocando la computadora en un banco de plástico, escuchando música clásica y bebiendo cerveza o un vaso de whisky. Lo transcribía así, bebiendo, porque quise plasmar las sensaciones de ebriedad, por ser una característica del personaje principal. Para avanzar me valí de conversaciones con la chica que inspiró el personaje secundario. Sin ellas no hubiera podido expresar la singularidad de su habla. Es preciso mencionar que ella es el detonante que abrió las puertas para escribir la novela, pues la manera en que nos conocimos, nos comunicamos, y las cartas compartidas, mas sus ideas, me parecieron dignos de contar textualmente. Sin embargo, el haber sucedido con años de anterioridad, mas el olvido innato y mi gusto por omitir contar sobre mí, fueron motivos para colocarlos en código.

Ahora, presento los factores que incubaron Un té a medianoche:

1.- El personaje principal debía ser un poeta que le encanta manejar en coche por carreteras; es galán con mujeres; durante sus viajes se detiene a observar de cerca cada vez que un paisaje llama su atención para dibujarlo en acuarelas; tocó en un grupo de rock y bebe las ocasiones donde no puede hacer alguna cosa de las anteriores. Quería representar un poeta masculino apasionado por adrenalina. Y debía ser leído en aliento largo, como si se tratara de una novela antigua, pero ubicada en la modernidad.

2.- Este personaje se siente ajeno al contexto en que vive, donde costumbres, contemporáneos, religión, tecnología, conflictos sociales y la educación que tuvo, no le atraen lo más mínimo, sino que evidencian la barrera fronteriza del sitio que representa su verdadera patria.

 

3.- Un concierto al que fui, donde se interpretó la Sinfonía Titán, de Mahler. Ahí tuve emociones que envolvieron mi ser hasta decretar hacer algo con lo que me trajeron. Sin saberlo en ese momento, ese día fue determinante, pues más tarde otro incidente, del que no hablaré, terminó con la disciplina que hasta ese día y desde seis meses atrás tuve. Al verme en tales condiciones comencé a escribir, y las semanas posteriores se fueron clarificando las decisiones u observaciones que tenía con respecto al mundo, la vida, mi pasado y futuro.

4.- Ahora, pero mayormente decisorio, el hecho de que planee un viaje que terminó por no realizarse, del cual, los pormenores quedan insinuados en el viaje que el personaje principal omitió. Al no ir, por mi mente transcurrieron pensares inconclusos que dieron combustible para formar un escenario.

Éstos son algunos de los sucesos que engendraron Un té a medianoche. Debo recalcar que los panoramas mostrados en la novela fueron meditados a lo largo de seis meses, y durante enero a marzo del 2011, fue necesario enunciarlos. Para ese instante nuevas situaciones alteraban mi percepción, y noté que me sensibilicé al grado de percibir nimiedades en las personas a mi alrededor, tales como los aretes que portaban, sus frases que ocultaban emociones, su sentido de realización o falta de ésta.

A la par, durante el día, escribí poemas que terminaron por formar el poemario Mar y Niebla. Y para su resguardo los colocaba en mi blog.




Ahora no recuerdo bien porqué (el olvido) pero decidí que fueran 19 capítulos de 7 páginas cada uno. En el transcurso de escribir me pasé de hojas en algunos capítulos, pero lo tuve que corregir; aún sin saber a ciencia cierta el por qué decidí que fueran siete, quise respetarlo. La versión final, por el formato, creo no respeta dicha métrica.

Al investigar más acerca de la estructura en sinfonías, o términos musicales y de Gustav Mahler, supe que él se retraía en soledad como yo para crear sus obras, las escribía en su composerhausen, osea una pequeña cabaña, que era perfeccionista al grado de ser admirado y odiado a la vez, igual a mí. Después supe que la última vez en verse la luna perigeo de ese 19 de maro de 2011, fue 19 años previos, lo que consonaba a la perfección con la edad de la joven personaje secundario y los capítulos. También durante mis lecturas en esa época e investigaciones supe sobre Thomas Mann, muy tardío en la escritura del té. Sentí una afinidad en frases y temas abordados, la longitud de sentencias, y la novela suya que leí fue Muerte en Venecia, lo que a la postre sabría que el personaje tenía el nombre de Gustav porque Mann era aficionado a Mahler.

Otro de los incidentes que me han pasado en la creación de mis obras, es que lo que escribo después se torna realidad de una u otra forma, y esto lo vi y viví; como cuando estuve cojeando por una lesión en el arco del pie. Al inicio de la novela trabajé a la par de otra novela, pero después Un té a medianoche absorbía toda mi atención y fuerza. Estos sucesos me hicieron sentir que, si de una casualidad o coincidencia se trataba, para mí resultaba gozoso, un placer indescriptible, de lo cual un amigo dijo que yo continuaba una tarea que ellos de alguna forma iniciaron. No lo sé ni entraré en cuestiones metafísicas, sólo sé que fue excepcional sentir afinidad. Ése mismo amigo supo que una relación que tuve en ese tiempo se encargaba de adicionar ideas a la novela, sin que fuera textual, y que al finalizar esa relación me topé con una falta de motivación. No quise achacarlo a ese término, pero era real. Lo que él me dijo fue: enamórate de nuevo. Pero lo que hice fue trabajar con las ideas inconexas que ya tenía trabajadas para terminar uniéndolas, lo cual, se me dificultó casi en un quinientos porciento. Lo que con normalidad escribía en un día o dos, tardaba ahora un mes, y eso que tenía ya las ideas, los escenarios, los sentimientos y diálogos. Al estar sobrio durante las revisiones me daba cuenta de que desconocía las formas como las escribí, me refiero a la estructura, ya que no parecían dichas por mí, sino por algo externo, idea a la cual achaco a los alcoholizados instantes donde los escribí. No es que diga que el alcohol diera inspiración, para nada; si eso fuera cierto lo que haya escrito fue lo tangible a la postre de un líquido efímero; sino que ayudaba a soltar las ideas almacenadas.

 

Conclusión

Para mí Un té a medianoche era pedir disculpas por un incidente que se debió a mí, y que tocaba mi visión de la vida para explicarlo, pero luego se volvió una lucha por conocer porqué accidentes, preguntas, frases, música, amigos e ideas, hacen que se cimbren las determinaciones propias. Sin darme cuenta una novela escrita para dos personas abarcaba a mayor número. Ahora recuerdo otra cosa: el nombre de la joven lo saqué de una conversación común que tuve con un amigo. Como me pareció tan hermoso e insinuaba una realidad, le dije que lo tomaría. El del personaje principal ya lo tenía guardado, pero hasta ese momento supe que lo usaría, a fin de cuentas me agrada usar nombres extraños, además de que lo situé en lugares imaginarios porque no quería contar sobre los mismos lugares en todas mis obras; por ello tomé las ciudades de una obra pasada.

Y, nombrar a los personajes principales, al cierre de la novela, arman un juego de palabras que sirven de Post Data a la disculpa: Zea, Marla.




miércoles, 16 de marzo de 2022

Manejar

 

Desde que vivo lejos de la civilización he tenido que manejar largos periodos. Recuerdo todavía cuando vivía en el centro de la ciudad y mis labores me tenían cada día inundado de peticiones de clientes, pues vivía en mi lugar de trabajo prácticamente. Y durante un convivio familiar, en el traslado dije: Que daría yo por vivir en un sitio tranquilo lejos de ruido y gente. Lo dije sin saber sería premonitorio, o una de esa varias veces que se cumple mi palabra sin yo ir en pos de ello. Por meses me ha rondado la idea de escribir algo más técnico, un manual de cómo se relaciona conducir un coche por la ciudad, con otros aspectos como negocios o la vida propia. Y en esta ocasión la madre de mis hijos dijo que no me había visto tan feliz como manejando los carros chocones. Que me dijera eso, me hizo pensar en situaciones y mi personalidad, pues ha convivido conmigo más que nadie. Evadir, moverse sin percances, atacar, era lo que pensaba al estar en ese juego, manteniendo la integridad de mi hijo con los posible pues no había seguridad. Y sí, me divertí enormemente



sábado, 12 de marzo de 2022

Kings Of Leon

 Desde finales de 2010 uno de mis grupos favoritos ha sido Kings Of Leon. En aquél Noviembre 14 escuché en Mix Up de Guadalajara el álbum Come Around Sundown. Desde esa fecha quise tener en físico un disco de ellos. Entrando a Diciembre, hallé un trabajo, y con mi primer pago compré en Sanborns el álbum. Lo oía todo el día, cada día. Incluso en el coche de mi jefe lo dejé alguna vez que lo puse al conducir. Después buscaba cada canción de ellos y en carretera los oí con mis amigos. Era tanta la fascinación, que al mismo tiempo no quería "quemarlo" pero no podía dejar de oírlo. Me traía memorias y ganas de tocar yo mismo un instrumento interpretando las canciones. En 2011 un grupo musical que conocía gracias a un amigo llamado Lalo me pidió unirme a ellos, no me hallaba en forma pero hice lo mejor que pude en ese entonces. Como mi prioridad era escribir, no puse demasiado ímpetu en ello. Años después toda memoria destacada ha estado inmersa en su música. La vez que fui a Culiacán desde Durango a medianoche, cada vez que me reúno con mis amigos aun hoy, camino a trabajar, escribiendo Un té a medianoche, manejando por carretera por los municipios de Durango como Santa María del Oro, Guadalupe victoria, ha estado. Sin contar las novias que hice que los oyeran. Eso es lo que más presente tengo. Hoy día, luego de atestiguar su repertorio, y de que en 2014 iba  a acudir a su concierto en CDMX pero que lo omití por ver a la novia en turno, empecé a retomarlos.

Las memorias de su música recaen en cuando trabajaba pensando en mi primer hijo, que no había nacido pero ya venía, compré su álbum WALLS camino a casa. no quería ni oírlo, se me hacía soso, pero tras beber en algún sitio, lo compré de nuevo en Sanborns. El disco When You See Yourself lo empecé a oír como por inercia, salir de música norteña y electrónica. Así que no sentí nada. NADA. Me dio una desilusión que al día siguiente se desmoronó. Reconocía cómo ellos habían madurado así como yo, y la lentitud de los tonos era similar a el alejamiento de mi adrenalina. 

Quise decirlo porque no ha habido un amigo a quién decirlo, pues están con sus hijos y parejas como para conversar. Buenas noches, mundo.



jueves, 3 de marzo de 2022

Haciendo amigos

 Hace algunos años, serán ocho a este momento, fui de mochilero por México, usando una página llamada Couchsurfing. Mediante ella se podía viajar y ser alojado en otras ciudades, al igual que alojar a viajeros. Se podía usar la aplicación para elegir personas que fueran afines en gustos. Así conocí personas que aunque no mantuvimos contacto, fuimos compañeros de vida por un día, horas, o toda la vida. Compartiendo experiencias y conocimientos. De algunos tengo memoria de sus nombres: Juliana, Armando, y aunque no recuerde todos, por ser extranjeros, a veces nos comunicamos. Recuerdo alguno que viajó de Canadá a Puebla en moto, otro que desde Inglaterra viajó en bicicleta de incógnito por México (no subía nada de su viaje a redes). Quería darles un saludo si es que llegan a visitar este sitio, así como a su descendencia.

Mantuvimos conversaciones de la vida, y ver que cada cual tenía su perspectiva nos unió aunque las metas fueran diversas. Hice amistades en latitudes diversas, dándome cuenta que la vida es la misma en todo terreno.

Hoy que la guerra impera, sé que buscamos la misma paz para nuestra existencia. La humanidad es la misma en todo país y ciudad


miércoles, 16 de febrero de 2022

Extracto: Un té a medianoche



-Haces que todo tenga sentido… es como en el concierto.

-Lo recuerdo, así como tu pregunta sobre el kilo de viento. Sé que no era así, literal la pregunta, o el sentido que quisiste darle.

-Las explicaciones sobran cuando se conocen los motivos y las personas- expresa él en palabras ajenas, aventando su memoria al momento en que ella le enseñó esa frase.

Aquella tarde se encontraba en uno de los cafés frecuentados en la ciudad donde vive. El lugar era similar en su arquitectura colonial a la ciudad donde la conoció. Ahí las puertas de baños tenían dibujadas en la superficie una llave y una cerradura para diferenciar el género de cada habitación. Los meseros le sirvieron té de menta y espresso cortado. Desde el concierto de Mahler añadió la leche a su dieta; le recordaba la soltura del habla en la joven y la piel nívea de que su tacto se prendó. Sentado en el patio del local bajo la sombra de los edificios de al lado y de un parasol, observaba de soslayo las paredes con dibujos coloridos sobre temas históricos de la ciudad, incluyendo el lago con dos cisnes blancos, uno negro, y al hombre de gabardina oscura alimentándolos. También vio enredaderas creciendo en torno a la cantera con sus arcos bien definidos. Ese día llevó su computadora portátil y; no lo olvidaría jamás; era mayo. Así, al beber el primer sorbo de la tarde de su espresso cortado, por la computadora ingresó en un reino ambiguo donde los lapsos del tiempo y espacio se alargan o acortan a voluntad. Al encontrarla le habló, iniciando con un cómo estás. Pero ella realizó un movimiento a kilómetros de distancia que les permitía observarse y oírse de cerca. Tras conversar un par de horas y que ella dijo la frase, tuvo que partir; dentro de su espíritu una inquieta sensación familiar lo llamó para refugiarse en su caverna preferida, donde los fantasmas rondan libres, le hablan, lo escuchan. Al salir, por fuera del lugar miraba el movimiento ondulante de los faroles, sostenidos por una delgada cadena en la fachada del café, y los rayos traviesos de luz evadidos desde joven. El oscilar provocado por el viento fue como las ondas que el vestido color perla realizó al alejarse del teatro; descendía ella por las escalinatas de cantera con rumbo a casa; cuando de pronto volvió a su lado sólo para decir: Esto no se acaba aquí. Él quiso acercarse, detenerla, preguntar a qué se refería con “Esto”, pero la vio partir de nuevo sin lograr cuestionarla. Y al retirarse del café, con los faroles iluminándole la espalda, deseó que la helada y húmeda soledad durante esa noche de tormenta bajo el influjo del vino se convirtiera en una noche cálida escuchando el rumor de gotas de lluvia al chocar contra las superficies del mundo, donde contaría en silencio que la admiraba, y donde la embriaguez se debería al sentimiento de ser acompañado por la persona que no pide nada, la que no espera nada y se siente plena con ser ella misma sin cambiar al otro.

-¿Cómo te fue en el desfile?- pregunta ella, y su voz se traspone al trino de un cardenal que revolotea encima de su cabello castaño.

-Todo salió mejor de lo planeado, pero la verdad es que nunca planeo nada. Así se debe proceder en la vida; sin planes.

-A la próxima te juro que iré. Me subo a un avión y estaré ahí para criticarte.

De pronto, resuena la contienda entre metales en una campana superior de la torre izquierda de la Basílica, y ella va en su mente a las veces que por medio de una pantalla se acercaron durante los meses anteriores.



 

sábado, 29 de enero de 2022

Gloria al Combatiente

 

Verbo es la gracia

verbo por sepulcro

el incienso de proverbio

otro versículo upanishad:

Hoy, como cada mañana

despierto atrincherado

abrigado por la aurora

despojado de armadura

pues tu palabra, voz y andar

desarmaron al guerrero

que duerme en mi pecho.

 

Voy camino al huerto

en que vides, manzanas y agaves

destilaron abrazos:

Al armario los fusiles

he dicho a la tropa

establecí un armisticio

para estrechar nuestros labios.






  

Extracto novela: El Gran Amor De Los Muertos

 


-Mírame desde la distancia, acércate con mi vida. Tienes el poder sobre tus manos, manos suaves y femeninas, las mismas que trasminaron palabras escritas- pensaba Lovedy, mientras chasqueaba los dedos, observando el firmamento-. Martha, Mariela, María… tienes el mismo nombre aunque seas distintas personas. No estoy seguro de que te llames Martha, ni de que tu nombre no sea María, o de que tus padres te hayan registrado como Mariela; sólo sé que lo que se siente no tiene nombre. Tiemblo como el agua que recorre el cielo en verano, cayendo desde tan lejos para encontrarse contra los coches; contra los techos de las casas, las aceras de las avenidas y las calles de las colonias; contra las plantas en el parque y en el jardín de tu madre; contra personas en las tiendas y los edificios del centro. El vidrio de mi sentimiento es claro y transparente, más transparente que el brillo de tu cabello, o que el rocío del bosque cayendo de los árboles, como ese vapor que emana desde sus cortezas para perderse en las veredas, mostrando neblina por la mañana. Los pinos respiran, como tú y como yo. Pero ellos no se mueven, están quietos ante la tierra que los vio nacer y crecer. Debí seguir su consejo, no moverme de mi tierra, así no te estaría extrañando ni pensando en que estás lejos, y que por más que lo desee, no podré verte pronto, que la vida viene y se va sin tenerte cerca. Como una anciana que carga un bebé, observándose la misma persona desde el otro lado del tiempo. Incluso ellos lo saben, que la muerte acecha, y nadie se encuentra más lejos o cerca. Puede que nunca lo sepas, pero el sentimiento crece, avanza desde tu recuerdo, pasa sobre mi mente, sobre mis venas, abriéndose paso hasta mi alma, creando su propio hogar, encendiendo una hoguera en el interior, que sé, que acabará por encender todo el lugar. Como si fuese una fogata en el campo, que no fue apagada, que no se tuvo la precaución de colocar piedras en derredor, y que ahora, o después, terminará por fugarse alguna chispa hasta la hojarasca de mi vida pasada, conflagrando el resto de mi futuro, ardiendo bajo el fuego de tu nombre; ese eterno símbolo que cambia con las personas; los caracteres latinos que evocan tu presencia y tu memoria, sin importar el lugar en que te encuentres. Siempre las llamas logran vencer cualquier barrera que le imponga, y cada hombre ha tratado de colocar muros más grandes, más gruesos, más pesados, todo por no sentir el chispeante resplandor sobre sus rostros, iluminando su expresión en alegría, una alegría visible ante los demás. Pretendamos que nada ha sucedido, que ningún concierto escucharon nuestros martillos, pero te aseguro, con la certeza de que moriré, de que no podremos olvidar nuestra esencia pasada y retornará en el futuro. Aunque tengas hijos con otro hombre; aunque el hombre te ame y tú a él; sobre que tu familia acepte tus decisiones y tu descendencia se multiplique, como en estos momentos tu ausencia, puedo decirte que me recordarás y yo a ti, y volveremos a comer palomitas en el cine, regresaremos a jugar con el pasto entre nuestras manos, diremos una y otra vez que la vida pasa y que no nos separaremos, sonreiremos cuando el paraguas no detenga la lluvia, y continuaremos mojándonos con el agua eterna. Miraremos el reloj y no sentiremos ganas de volver a nuestros hogares. Todos los mensajes que nos mandemos regresarán con respuesta, y las palpitaciones renacerán tan vivas como las flamas de los cohetes del quince de Septiembre. Aunque eso no haya sucedido, lo viviré como si fuese así. Sí, debí seguir el consejo de los pinos, así no hubiera revivido el nombre eterno de la mujer que acompaña al hombre, ni hubiera sentido la sombra tibia de la noche al decir: Martha, Martha, Martha, Martha. Las palabras estarían escondidas y bajo resguardo celoso. No proferiría la palabra prohibida ni sus bifurcaciones. Seré como el río que sale de la tierra, cambiando constantemente, chocando contra las rocas placenteras y arrastrando troncos de pensamientos. Así, suavizaría mi fluir constante y nada me detendría, nada, ni el nuevo nombre ni la conjunción de caracteres latinos prohibidos de tu nombre, de lo que me estás clavando desde la distancia. Y sobreviviría diciendo que fui lo mismo toda la existencia, y nada pasaría hasta el rincón donde perezca, donde alcance la inmortalidad de la nada y el infinito. Porque alguna vez fuiste periodista, otra ocasión eras estudiante, también leías a Paulo Cohelo y a Cien años de Soledad. Pero después fuiste médico, granjera, poeta, contadora, mientras tus manos no se afanaban en encontrar el tiempo necesario para dedicarles el cuidado, el que le diste cuando eras estilista, ni el que te faltaba por ser miembro de un partido político. Eras la soledad sublimada en mujer, y te abracé, caminé a tu lado, te dije palabras cariñosas y de aliento. Aliento tras aliento recibía tu alma, y tu espíritu recibía mis palabras y mis chistes, sin quejarse ni pensar en el futuro, sólo detenías tu andar cuando me preguntabas en qué trabajaba, y era el momento que yo odiaba, porque sabía que no podría decírtelo, ni incluirte, porque temía que llegaras a decir que dejara las armas, que ya no fuera un soñador ni fumara, que eso no era de provecho para mí. Pero con cualquier nombre que tuvieras, siempre optaba por pensar, por aislarme y decirme: cómo se atreve a cambiar lo que no posee ni conoce. Caía en tus garras, y apretabas cada vez más y más, convirtiendo mi piel en una sangrante herida de deseo, una búsqueda por detenerte y decirte que no te fueras, que no desparecieras para cambiar de nombre, que acortaras tus palabras y fueras más reservada, para que no te arrepintieras de alejarme, y así: poner nuevos símbolos a tu figura, convirtiendo el tótem en otra imagen santa, de otra religión y de otra tierra, con diferente idioma, con un lenguaje olvidado del que se me ha excluido nuevamente, y que sé… que terminará por arder con mi adrenalina.

-¿Qué tiene, Wara Wara?

-Estaba…- dijo André, pero pensó: “Me había olvidado de Mario. No hay recetas para las pasiones, pero todas arden bajo la misma intensidad”-. ¿Hace frío, verdad?

André entraba velozmente en el torbellino descendente, sabiendo a Martha lejos, que existían personas a quienes él les agradaba, y descubriendo que otras personas gustaban de Martha. Era una mujer completa, no hacía falta que Lovedy la acompañara en el momento. Por ello estaba pensando en muchas cosas, y luchó en contra de sus decisiones. Durante ese momento en que la recordó, su atención se centraba en las ideas en torno a esa relación, similar a otras, pero resaltando por la novedad y por las circunstancias en que se desarrollaba. Las otras mujeres también amadas habían sido como el primer sorbo del whisky: reconfortantes y tibias al comienzo, pero con los efectos diluidos con el paso del tiempo, donde al término, sólo se les recordaba por la intensidad con que se consumieron. En su imaginación renació la canción de: The world we knew, de Sinatra. Se sintió, por un instante fugaz, como las plantas después de una nevada, con el cuerpo marchito y destrozado por lo acontecido tiempo atrás.

Extracto novela: Collar de Estrellas

 


El auto descapotable; viejo y pesado; recorría la carretera, y en su andar el asfalto derretido bajo los neumáticos era protagonista del silencio en el desierto plano a sus costados. Los rugidos constantes de ocho cilindros profanaban el sigilo. La carcasa oxidada, en las junturas de los guardafangos, se destacó del trabajo de pintura que solía ser negra, la que se convirtió en gris difuminado. La arena a través de los años maltrató la superficie, dejando al descubierto el acero ante el viento seco. Carecía de parrilla delantera, y la luz posterior izquierda estaba destrozada, rodeada de un par de arrugas en el metal por el choque contra un árbol dos semanas atrás.

Continuó resonando el Blues de la radio al interior del automóvil; combinaba con el exterior, debido al agrietado tapiz. Bien dicen por ahí: lo que poseemos por dentro se refleja en nuestra piel. La alargada y oscura línea de la carretera se deslizó bajo los neumáticos; el sol oblicuamente caía por los costados. Con calor y sequedad en su alma, el hombre sostenía el brazo derecho extendido en el volante; dejó la mano siniestra reposar sobre su regazo, deteniendo una pequeña bolsa de papel café. La placa del auto, perteneciente a otro Estado, iba columpiándose del alambre doblado con maestría, en nudos apretados como el de la corbata arrugada en el asiento posterior.

Una reverberación comenzó a sonar desde el capó; sobresalía un leve vapor del radiador. “Debo llegar a la próxima estación de gasolina”, pensó el hombre. Le llovía el sol por entre la red de su gorra; la visera le apretaba la frente. Una gota de sudor caía lentamente por la sien, recorriendo la marca de un antiguo percance automovilístico; que dejó siete puntadas ya cicatrizadas.

A pocos kilómetros al frente del auto, un punto borroso al costado de la carretera se fue acrecentando, destacándose un anuncio que pendía de un poste de metal: GAS, se alcanzó a leer cuando el coche a marcha forzada, con una nube de vapor al frente, se acercaba.

-Maldito calor; sólo a mí se me ocurre huir por este camino- dijo el hombre mientras secaba el sudor de su sien, dejando ver una humedad en torno a su axila.

El chasquido de su índice contra el pulgar se acompasó con la melodía de los altoparlantes al tiempo en que viraba el volante para adentrarse en la estación de gasolina. El lugar lucía sombrío a pesar de la caída del sol sobre su techo de zinc. Si la construcción fuese multiplicada por cien, parecería un pueblo fantasma. El rechinar del anuncio oscilante sobre el coche se diluía entre el sonido apagado de los neumáticos en la entrada de concreto, delante de la cual, había gravilla rastrillada con esmero, pero con hondas marcas onduladas en su superficie. El calor del desierto, y los automóviles furtivos a través de las décadas, dejaron su huella. Aparcó el viejo Barracuda junto a la bomba de gasolina, desplazando su cuerpo fuera del vehículo, para luego meter las manos al pantalón de algodón azulado; deshilachado en las orillas de los bolsillos. La camisa blanca le sobresalía por los costados, pero estaba fajada en la parte posterior del pantalón. Los últimos dos botones del frente estaban destrabados, dejando que la línea de su cuello diferenciara el enrojecimiento del cuello con la tez clara de su torso; como la división entre dos países sobre un mapa. Removió la mirada por el lugar y alargaba la mano hasta el centro del volante. Tres veces resonó el claxon y después reinaba el silencio, que se adjuntó con el rechinar del anuncio de GAS. Algunas líneas se dibujaron en el cielo, alargadas y blancuzcas; reminiscencia de frescura que para el momento y para el lugar, era necesaria. El desolado paisaje, en derredor de la construcción fabricada con ladrillos y zinc, se extendía hasta el horizonte. A un costado de la casa se distinguió una vieja camioneta, sucia de polvo y desmantelada hasta su chasis oxidado.

Una silueta con sombrero de paja se fue levantando de la parte trasera de la camioneta; la delgada figura se acercaba en compases lentos hasta el Barracuda. Los surcos marcados de la piel, bronceada en un cobreado que sólo el sol del desierto es capaz de hacer sangrar, se fueron distinguiendo bajo la silueta del sombrero. La suciedad del polvo le aclaraba la playera café con una imagen borrosa de un político, sonriendo fingidamente frente a los colores verde y rojo.

-Buenos días, camarada, ¿le puedo ayudar en algo?

-Llene el tanque, ¿tiene agua que pueda servirle a mi auto?

-Sí, pero tiene que sacarla de ese pozo- dijo el viejo bajo la redondez de su sombrero, desgastado en las orillas, apuntando con el dedo hacia el frente de la casa.

La gorra, con la visera apretándole la frente, se acercó hasta la casa, llevando entre manos la bolsa de papel. Era pequeña y arrugada; parecía contener nada (si es que la nada se puede contener), pero un abultamiento por debajo avisaba de algo en su interior. Tomó el hombre un bote de metal que yacía bajo la bomba, y lo acercó al grifo, “Se me antoja un cigarro”, pensó, mientras subía y bajaba la bomba manual del pozo. Acompañado del calor y de la sed, el hombre tuvo que contener su deseo por pegar la boca al grifo al ver salir agua de él. Atrapó algún sonido eléctrico que le llegaba desde el interior de la casa, rebotando en el techo de zinc. Una sombra alargada se le pegaba a los pies.

Entró en la casa con el bote de metal en su mano derecha y la bolsa en la siniestra. Dentro había un olor a sudor y cigarro; emanaba también el aroma de aceite estancado. Sobre el mostrador, la caja registradora estaba sentada solitaria; salvo el catre tras el mostrador, pocos objetos adornaron el interior. Una caja con rendijas verticales en sus costados estaba encendida; la vieja radio sintonizó las noticias. De la radio un hombre hablaba.

…dos millones se extrajeron de la bóveda, los empleados fueron amarrados de pies y manos en el interior del banco, hasta el momento no hay reporte oficial…

El hombre salió deprisa hasta el coche, se derramó en voz hasta el viejo mientras levantaba el capó, y dirigió con sumo cuidado el agua del bote de metal en el radiador.

-¿Ya estuvo?

-Listo, joven… son cien pesos.

Extrajo la cartera de la bolsa trasera del pantalón desteñido de mezclilla, del mismo bolsillo donde se tatuó la forma abultada de la cartera. Abrió el compartimento y sacó el billete naranja. Las orillas estaban desgastadas al igual que sus manos. Acercó el billete al viejo y dio las gracias.

-¿A dónde va?

-A Disneylandia- contestó el hombre, con otra gota adjuntándosele a la sien.

Arremangó las largas mangas de la camisa hasta los codos, después guardó la billetera en su molde y se adentró en el asiento del conductor en el Barracuda.

La camisa blanca, sentada en el lugar del conductor, se hundió hasta el fondo del asiento. Una gran nube de polvo se esparcía mientras se alejaba de la estación. Aguda armónica resopló desde el estéreo. La voz grave del cantante entonando letras tristes sobresalía de la canción: “Alguien como tú… que me pueda querer y comprender”, decía con notoria melancolía. Al encontrarse sobre el primer bache, la guantera se abrió. “Tenías que tomar esta baratija que no sabe guardar secretos”, pensó. Un mapa descolgando de la guantera cayó en el asiento del copiloto.

Al estacionar el auto de nuevo al costado de la carretera, la granulación de arena se estrujó con el freno. Cambió el peso de nalga, colocando los setenta kilos sobre la billetera. En ese instante ningún pensamiento se sostuvo en su mente; fue una de esas ocasiones en que se deja que el tiempo rija sobre los acontecimientos, sin que el pasado o el futuro transiten libres. Alargó el brazo derecho y extendió el mapa; las volubles líneas se dibujaban perpendiculares y horizontales. Enfocó una ciudad cercana. Había dejado detrás al viejo y al camino, pero el destino estaba frente a sus ojos. Luego extrajo desde adentro de su chaqueta; que se encontraba en el asiento posterior; la que cubría la computadora portátil y las carpetas amarillas; una blanca cajilla médica. Sacó un parche de nicotina y lo colocó en su pecho, justo en el centro que la abertura de los dos botones dejaba entrever. El pegamento se fundía con el sudor, aplastándole los pocos vellos pectorales. Inspiró profundamente y dijo: Santo remedio.

La mugre de grasa se ennegrecía en derredor de la camisa por el cuello, y los hedores de gasolina se le pegaron en la nariz al querer encender el Barracuda. El interruptor eléctrico falló varias veces. “Ahora no, por favor no”, pensaba cuando nuevos intentos se enumeraron detrás de otro. Cuando al fin volvió la marcha por la línea asfaltada, regresó la calma sobre el asiento. Quedamente entre las piernas sostuvo la bolsa marrón de papel. Quiso en ese momento saber cuáles objetos pertenecían a un lugar desolado, sin que éste tuviera la intervención humana. El pensamiento lo llevó a un movimiento reflejo. Un juego de manos fue necesario para tomar el volante y sacar la billetera; repleta surgió de billetes. Extrajo una licencia de conducir y la colocó sobre los instrumentos que indicaban el recalentamiento del radiador. Después de regresar la billetera a su bolsillo, los caracteres latinos se leían más claramente con la luminosidad del sol: André Lovedy, veintiocho años. Al leerlo, no llegó la emoción de reconocer lo propio en un objeto, sino que minutos después la regresó a su lugar de origen, como un recuerdo a punto de llegar. Era un detective privado, no tenía muchas congojas en esos días, pero sí mucho trabajo, de entre los cuales destacaba una investigación en particular: Encontrar el paradero de los asaltantes de bancos que rondaban el país, ocultos tras pasamontañas azules. Fue tanta la opulencia con que se llevaron a cabo dichos atracos, que contrastaba con la pobreza de las fuerzas federales para arrinconarlos, por ello, el mismo gobernador del Estado de Sonora le pidió que echara manos a la obra. Las pistas en los videos de vigilancia, aunado a la ruta que le habían visto partir los testigos, le indicaron que hacia Sonora se dirigían.

El horizonte al frente se fundía con la carretera, la cual, bailaba entre el calor emánate del suelo, distinguiéndose una refracción cristalina. Le pareció que el espejismo era una puerta a otra dimensión. “Si entro de nuevo en él, viajaré al pasado”, pensó André, mientras pegaba la mirada en el espejismo vibrante. Pero con la huida de la puerta, se acercó un recuerdo de sus amigos, sus hermanos: Los Cobra.

 

La noche se comía las estrellas, y el sonido de las trompetas y los sintetizadores se confundía con los alcoholes. Las calles enmudecidas por la noche se ceñían entre los edificios y las casas, donde sus habitantes veían televisión, mataban de celos y odiaban por envidias. Una ciudad como cualquier otra, pendiendo de las costumbres tanto como de las ventas comerciales. Tres amigos se juntaron entre risas y cerveza para pasear en auto. Repararon en mecer sus torsos, reír, y perder la noción del tiempo; estaban reunidos por un simple motivo: Diversión.

Mr Scruff, MGMT, Zoé y más bandas, se refugiaron en el disco de plástico que giraba en el estéreo, escurriéndose los decibeles por los parlantes. La equivocación no tenía cabida dentro del coche; podría decirse que su amistad atraía la perfección. Los comentarios de años pasados y celebraciones memorables resaltaron entre las sonoridades de las risas. Acelerando las explosiones, aumentaron los gritos. Los faroles encajonados y semáforos en rojo se transformaban en líneas de luz con la velocidad, dibujándose paralelas a la dirección que tomaba el Mustang Mach One. Roberto se hundía; con la cerveza en la mano; en el asiento posterior. Arath conducía con una mano en el volante y otra en el celular; estaba trascribiendo un pensamiento hacia una chica. Y André sostenía su torso contra la mitad de respaldo que tocaba su hombro. Entraba en detalles con lo que decía Roberto sobre la más reciente conquista de alguna chica, por ello la inclinación fue necesaria para atrapar los pormenores físicos y las acciones concebidas días atrás.

-No mames, no podía levantar a mi compa y no sabía qué hacer.

-Eso te pasa por probar los “eme”- dijo André.

André soltó una sonora carcajada que se sobrepuso a MGMT. Roberto también acompañó la carcajada y cambiaron de tema.

-Hay que sacar unas viejas a bailar en la graduación de tu prima- dijo Roberto con seguridad que extrañó a los demás; nunca bailaban en ninguna fiesta.

-¿Neta?

Roberto respondió que sí y continuó insistiendo en la idea.

-Pues si no huelen feo tal vez- dijo Arath separando la mirada del camino para sonreírles.

Un estruendo se escuchó en el costado del Mustang, se había detenido bruscamente y una mancha de aceite oscuro se tatuó en el parabrisas.

Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...