viernes, 20 de noviembre de 2015

Con Amy (antes que muriera)

En la azotea estuvimos siendo, jugando, a ser quienes seríamos y los que algún día, décadas atrás, dejamos de ser, y, avanzada la oscuridad mas no la noche, sólo hablamos, solos, alejados de las personas del otro lado de la costa y los exilios; estábamos a salvo de el presente de ese pasado, sin saber que nuevos misterios acechaban tras la esquina: no importaba, incluso ahora no importa, bajaríamos esas escaleras de caracol para enfrentarlos, matarlos, o hacerlos nuestros cómplices.

M. R.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Espérame en Octubre





Esa mañana antes del alba la niebla se dibujaba informe sobre el horizonte pálido, y, al flotar sobre la yerba tupida en la colina, el rocío se fue formando de poco en poco, y de tanto en tanto ascendía la corona real del día. Sintió un movimiento telúrico en la espalda, pero el sinuoso desbalance que se había solidificado en su ser tuvo por epicentro al sonido que nació en el celular. En lugar de transferir la atención a él, lo retuve en la conversación de las horas previas, las que sirvieron para sembrar el sueño en laudes laxos:
-¿Buen día?
-No, todavía es noche.
-Donde nace la inmortalidad.
-O cuando palpita la oscuridad en mis instantes- escribió-. Creo también los tuyos.
-También.
“Es una palabra hermosa. También. Tan, bien”, pensaba, rodeado por distancias y ausencias adscritas a esa conversación y sentir. “Otro otoño. También. Otro sueño, otra muerte, otro sollozo, también. ¿Qué importa lo que traiga la ambición? También. Puede ser una palabra agradable si se piensa en ella, también puede ser lo contrario, como cualquier palabra. Las palabras cambian de concepto según la persona que las dicte. Supongo que sólo se puede confiar en las sentencias que uno diga”.
-¿Qué haces a esta hora de la imaginación?- ella inquiría.
-La imaginación se libera. Yo… aún trato de descifrar lo que hago.
-Así somos.
-Preferiría… Corrijo. Prefiero que hablemos.
-No puedo- respondió más tarde, en el paréntesis suficiente para que él sirviese más agua en su vaso, volviera al patio a observar el cielo estrellado y oyera cómo saltaron los peces del estaque-. Sigo estudiando.
-Continuemos.
Prosiguió su búsqueda al horizonte, diez grados al sur desde el este. Luego se dirigió a la superficie que rompían las aletas y supo que tratar de acariciar el movimiento de sus escamas sería improbable como el que la conversación por mensajes con ella finalizara con más palabras. Aun así lo intentó. Era tibia y turbia, sin vestigios del fuerte granizo que irrumpió sobre la ciudad por la tarde, sólo el nivel del agua había aumentado. Al regresar al asiento del patio, tomar el vaso con agua y la veladora, fue a la terraza para continuar el asedio del horizonte. Pudo sentir el peso de su cuerpo al doblar la rodilla derecha, el contorno de su torso, los límites que alcanzaba al extender los brazos para orientarse en medio de la oscuridad. “Creo que esto lo leí”, se dijo.
-El edificio es mi velero, el caza-estrellas.
Sonrió. Ciudad por océano, las olas formadas por azoteas, y su presa sobresaliendo apenas: “Ahí estás, te estaba esperando”. Vestía short rojo, sandalias, y un abrigo desgarrado por detrás y en las mangas: Era la única armadura que lo protegía de las inclemencias atmosféricas del septiembre en que se encontraba. Preparado desde el verano y la primavera, la temporada en que relucía descomunal su ánimo aparecía junto a esa presa ancestralmente perseguida.
-Orión. ¿Cuántas noches nos hemos dedicado?

Cada segundo iba más lento, alargándose. A lo lejos se oía cómo partía un barco rumbo al inevitable hundimiento. Y desde ahí lo percibí, todo en ese partir, en esa longitud del tiempo que se negaba a terminar, a caminar, a empezar su recorrido. 

Extracto Mar y Niebla

  Por entre las nubes vaga un beso de tu boca dulce y enamorada. Mi lengua pide un poco de rocío, de lluvia; pide toda la miel desde t...