sábado, 18 de junio de 2011

Descifrando a Lovedy

últimamente he estado demasiado sensible, hacía falta desclasificar otro archivo de Lovedy. Siquiera para saber del otro lado del hemisferio, leerlo, sentirlo, salir un poco de la cursilería.






Ahí les va:











Mantenía la paciencia observando la manecilla del reloj en la pared pulsar del número nueve al diez, deteniéndose cinco veces. El espacio en la habitación era suficiente para su cuerpo, pero no para su alma. Se extendía hasta múltiples memorias y sensaciones, algunos hechos no realizados cubrían la mayor parte del universo en su mente. Sentía ante sí una bestia temperamental, comprometiéndolo en el punto bajo de su voluntad. Tomó la bestia por el cuello, cercenó la cabeza, y comenzó a beber del líquido que emanaba de él. Un pequeño calor se escurrió por su garganta, y con el vino en su vientre, no dudó en empujar un trago más largo. Sabía dónde estaba, y bajo qué situaciones había llegado a ese hotel, sin embargo, necesitaba asirse a un objeto que diera fe de su intuición. Lo que bebió con Collins no era suficiente para su estado actual.
¿Cuánta gente joven busca un motivo para despertar más allá de la necesidad de alimento? El despertar es situar un lugar común, que bien puede ser un dormir, un caminar, un pensar o un baño bajo la ducha. La intuición de André se situaba en tomar precauciones con las palabras, actos, y pensamientos con respecto a qué hacer en el trabajo que se encontraba realizando. La fuerza de un hombre puede soportar hasta cierto punto, y él desconocía si sería Collins de suficiente confianza para confesarle la totalidad de circunstancias que lo llevaron a un encuentro mutuo. Ella podía quebrarse y decir los detalles de la investigación de André. Eso implicaba una grieta en cualquier planificación. Lo de la coincidencia surgió normal en los ojos de ella, pero André preparó la escena con días de anticipación.
La discreción en torno a los actos de Lovedy era constante; con ello, mantenía en la penumbra la cronología de sus labores. Odiaba a la clase de personas que suelen decir: Lo planeado nunca sirve; aquellos que también añadían: Todo sucede por algo, Dios tiene un plan para cada persona. Los situaba entre los religiosos, los esperanzados y los positivos; él no era ninguno de ellos. Ni quería. Planear era ser abierto a lo impredecible amaestrándolo a voluntad. Si se lograba algo se debería a que se trabajó en esa dirección, ninguna circunstancia más que esa. No creía que Dios hubiera preparado la trayectoria de la bala que mató a Kennedy, o a Colosio. No, todo estaba en una estructura bien pensada. Y por un mortal. Ése era el círculo perfecto. Y ahora, en su mente, se cuestionaba si Collins corría peligro al ayudarlo.

1 comentario:

  1. Te agregué de manera permanente en mi blog! Si quieres checa, me robé una foto para dejarla de imagen =D

    PD: No le digas a Jorge que tengo blog! Bueno... a nadie xD

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