Éramos la sombra convocada en la
prolongación del tiempo.
De pleamar a bajamar, con oscilación
marítima,
contamos granos de arena dentro del cristal
anacrónico.
Decías:
Voy pensando en ti y en la corriente.
Contestaba:
Soy una nube en
el cielo, tómala cuando caiga a ti en tus manos.
Éramos sombras
acurrucadas contra el pecho de la roca madre.
Vientos
esparcidos encima de nuestra calma,
se llevaron
frutos ululantes a los campanarios
vacíos, tan
vacíos de sí mismos que no hallaron sonido,
paloma, incendio
ni concierto de transeúntes.
Salí de noche
con mi abrigo desgarrado,
fui cediendo
alientos de barro a espuma
cual estatua
heroica que busca hogar en patria.
De mi nombre
hubo eco hasta rincones desconocidos,
desconocidos e
intactos en su piel,
desconocidos por
quien me llamó más de diez veces
desconociendo el
ascenso de mi alma por el abismo.
Distancia y
ausencia se abrazaron sin que lo otorgáramos
y desde entonces
nuestra unión perdió sentido en la memoria.
Ese sistema
binario lo fabricamos con unidades, números incansables
que su
continuidad hallaba el infinito.
Éramos
y en esa palabra
se
consumió nuestro ser antes de vernos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario