jueves, 24 de marzo de 2011

M di MUPA



Cómo comenzó la sensación de querer continuar descubriendo quién era la joven con aquél perfil tan preciado, tan hermoso, capaz de destruir el muro interpuesto entre el amor y la soledad, entre el vacío y la fantasía, entre el sueño y el despertar. Él no sabía contestar la pregunta. Varios amaneceres vio y no lograba evadir el insomnio provocado por el dolor de no poder estar junto a ella. Le parecía insuficiente ver sus palabras escritas, recordar su rostro, ver las fotografías, escuchar su voz, pues lo que deseaba era abrazarla tan fuerte, que ella supiera que dentro de él el sentir era tan grande, como para soportarlo en un solo cuerpo. Daba gracias a la distancia de que ella hubiera aparecido en su vida, de que una persona forjara en sus sueños frases que a él lo embargaban de alegría. “Necesito que necesites la necesidad de necesitarme”, dijo ella, y todos los segundos apretados en su corazón durante más de doce meses se desvanecieron como un recuerdo de la infancia.

No le importaba que lo despertara, pues su descanso yacía en la almohada de ella. Su nombre es Mupa, y el de él, Kupo. Los dos estudiaban en dos ciudades separadas, y él pensaba, una noche que quiso huir hacia ella, que el miedo oculto que jamás conoció, el que evadía por permanecer en soledad, ahora estaría presente en su vida. Temía a que sin querer o saberlo le fallara y ella desapareciera. Temía no lograr mostrar de cerca sus sentimientos. Temía que ella olvidara el roce que ambos crearon y que los unió por media hora. El tiempo se detenía al pensar en M; ese nombre del mar y de niebla; las olas del mar no inundaban sus tibios deseos por tocar su nariz, pues siempre quiso acariciar la piel de ella para saber que era real. Haberla conocido supuso un confort dentro del mundo en donde él sentía ser un extraño. Siempre respiraba por inercia; la vida no era atractiva para él. Por varios caminos esperaba salir de ese interludio entre nacer y morir, y no encontraba la salida. Un mágico cambio aconteció dentro de un concierto: la conoció. Desde entonces, piensa que no podrá despertar un día más si no es a su lado y después de decirle: caminemos juntos por el resto de días que el sol nos deje ver en el horizonte.

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