En la azotea estuvimos siendo, jugando, a ser quienes seríamos y los que algún día, décadas atrás, dejamos de ser, y, avanzada la oscuridad mas no la noche, sólo hablamos, solos, alejados de las personas del otro lado de la costa y los exilios; estábamos a salvo de el presente de ese pasado, sin saber que nuevos misterios acechaban tras la esquina: no importaba, incluso ahora no importa, bajaríamos esas escaleras de caracol para enfrentarlos, matarlos, o hacerlos nuestros cómplices.
M. R.
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