Rodeado de gente recostada en el suelo, cielo nublado y temperatura baja, pregunté por ambos y estaban bien. Los vería dentro de poco. Miré hacia la curva sideral para estirar los músculos del cuello y creí reconocer un par de compañeras, así que sostuve la atención en ese punto en constante vigilancia junto a la cumbre del edificio. Un instante después apareció una abertura suficiente para que dos se convirtieran en tres, entonces tuve certeza inexorable: Eran ellas, mis compañeras informando su presencia, aprobación y bienvenida. Me alegré. Todo iría bien. Era el cinturón de Orión en mi regazo.
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