A la deriva...
algo anulaba su voluntad de irse, desaparecer...
la corteza de hayas en sus tonos grises y marrón, el perfume de el polvo sobre el armario,
el lago espejeando como si ese martes estuviera cerca del muelle... parecía que nada cambió en un año, que incluso los gestos de las personas eran los mismos.
Sin embargo, al abrir la carta y leer, supo que lo irremediable había sucedido; ya ningún viaje acompañaría el anhelo de responder esa cuestión; ninguna sonrisa sería real para identificar los sueños de la vigilia; el poco rocío matinal se desvanecería al abrir los ojos, y ni Beethoven volvería a entrar al mundo invertido dentro de sus ojos al verlo... Sí, al verlo, tan de cerca que vería su reflexión en la pupila.
Sus manos de concha y nácar, de aire y mar
hicieron dividir las tinieblas...
hasta que las sombras retomaron mi reino.
jueves, 7 de julio de 2011
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