Un rayo de luz, un ramo de flores
caja de pandora en el arroyo:
Cámara oculta y uvas de colores
y, en silencio, alumbra cual rayo.
Un rayo de luz, un ramo de flores
caja de pandora en el arroyo:
Cámara oculta y uvas de colores
y, en silencio, alumbra cual rayo.
Trajimos la noche y la lluvia y el granizo, en partes. Se apartaron fechas para ver la familia, hijos, madre de niños, y el trabajo aumentaba. Supiste qué hacer y cómo, pero querías poyarte en el tronco. No hubo árbol ni sombra, así que determinaste seguir a como diera lugar, un día a la vez. Niños saben cuidarse pero te necesitan, empresas y trabajadores te claman, madre y padre te necesitan: podemos con todo si nos acomodamos, sabes que puedes lograrlo. Las escusas son de cobarde, demostremos la temple que caracteriza tu nombre, dije. Otra página y otra hora, otro cliente y otro día. Venimos a demostrar de qué estamos hechos y de dónde venimos!
No nos hemos visto, es cierto,
Pero vivo contigo innumerables vivencias
que no se comparan a las que tengo
con quien dice conocerme.
Hay horas cargadas de melancolía
que se presentan en los recintos de mi hogar,
fuera de casa, en los jardines, en los estrechas
calles de ruido, por las aceras de piedra,
y cuando me siento en silencio a escuchar
tu voz escondida en el Viento del Sur.
Hay horas colmadas de duelo.
De esas pocas veces hablo
pues ya me acostumbré al dolor
y para mí es la piel del cuerpo.
Hay horas livianas donde siento desvanecer
las cosas ruines que perpetuo hago,
y creo que es cuando; en ese momento;
en mi poder construyo lo inexistente,
viajo bajo el océano, caminando
sobre las huellas de monstruos extintos
y poso mis manos en los cabellos negros
de aquella mujer que no está conmigo.
Su cabello se vuelve blanco
con tonalidades violetas y rubias,
terrestres e incendiarias
consumiéndose en cenizas que vuelan conmigo.
Hay horas cargadas de angustia
que me visita sin anunciarlo ni tocar
la puerta oscura donde voy a dormir.
Se presentan alegres, gritando efusivas.
En esos instantes voy a los árboles
corriendo de uno a otro sin alcanzar a ninguno,
decapito un compañero de vida y bebo de él,
o de ella, hasta aprenderme su nombre.
También cierro los ojos y finjo dormir,
soñar en los días que ella vino a servir
murmullos nocturnos en mi oído,
coloreado su canto con dichas para mí.
Pero de esas horas no hay domicilio.
DESCALZO por la casa ando,
tropiezo con la
ropa, las maletas y los zapatos.
Somos los únicos
muebles que van con tu aroma.
Aún nos quedan
las cartas, aún nos quedan los olvidos.
¿Quién robará aún
estas horas?
Veo desnuda la
planta del pie derecho
sucio del polvo
de aquel perfume tuyo.
Es una madrugada,
de un mes impar, de un jueves.
¿Quién robara aún
estas horas?
Poco falta para
ver el amanecer
no con mis ojos,
sino con los de otros.
Ellos verán el
camino en tu partir
y antes que
llegues, sabré que no vienes.
¿Quién robará aún
estas horas?
Es hora de dormir
cuando el sol bosteza su luz;
ir al suelo que
tengo por cama
cobijado por el
frío y la lluvia
en mi cuerpo de
ladrón del tiempo.
Mar de Niebla:
VI
Mi ala rota se alberga sufriendo
entre la bandada de campos floridos,
juramentos, las aguas quietas de tu
perfume.
Conservo el vuelo de antaño
donde no olvidé recordarte.
A consolarme viene la aflicción,
amigas, las estrellas,
y sobre todo la luna en mi ventana.
Si he comido será sin apetito,
pues se me antoja lo más exquisito;
eso que las personas llaman:
Amar correspondido.
Un rayo de luz, un ramo de flores caja de pandora en el arroyo: Cámara oculta y uvas de colores y, en silencio, alumbra cual rayo.