Domingo

La ventana se satura en el viento de tu mirar perder, encontrándome en la infinidad de la memoria donde cada tarde de domingo oigo tangos y rondas, boleros y sinfonías hasta que gires de nuevo tu residencia en mi domicilio, y al decir que no te vayas resuena mi voz en la maceta que te di la que puse en la puerta de tu alcoba como testigo coloreado de tu partida sin retorno a un mar del otro costado de la vida donde he muerto tantas veces donde tu pecho palpita de mañana donde, sin buzón, he repetido mis cartas sin postales.