lunes, 21 de febrero de 2011


I

De la cascada tomé mi manto y lo puse a sus pies.
Pasaba tanto tiempo en tiempo,
en fuga continua y vibrante,
y el contacto con su piel fue frío.
Ya el otoño estaba trabajando;
las mujeres, sentadas en el pasto
tejían sus velos con enredaderas.

Le propuse una vida llena de mi vida,
añadí que el vino no escasearía.
Y ella, contestó que esperaba, limpia y virgen
otro día para su castidad.

II

Pasando la media noche, mojado
fui a escuchar las hojas en el viento.
Cerca de mi mano sus dedos;
rozando mi hombro su cabello;
ambos con frío y luto;
su esposo dormido bajo el río.

III

Amaneció sola en el lecho compartido.
Yo en el bosque, temblando
sacaba de la bolsa el cuchillo.
Frágil su sueño, se había quitado el anillo.

IV

Entre el follaje perenne en sus ojos
la vi dormir en mi mañana despierta.
Multiplicadas las estrellas en el cielo
nos escondimos bajo el brillo de la tarde.
Ahora es mi turno de irme, de morir
de pagar con música su silencio.

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