lunes, 24 de mayo de 2010

Scott Fitzgerald




Suelo retirarme por las noches al rincón del patio trasero de mi casa para escribir, leer, escuchar música o simplemente pensar y hablar por teléfono. Escucho los ruidos de la ciudad conforme veo el cielo, las macetas, las ventanas con sus protecciones y un árbol de zapote que crece en el jardín de la vecina. Suelo ir para estar solo, ya que las personas de casa interrumpen concentrarme. Hay momentos que recuerdo incansable lo que pasé, lo que viví, o que imagino lo que me gustaría hacer. Suelo normalmente sentarme en un bote de agua, y es este el punto que volvió a mi mente conforme leí a Scott Fitzgerald (es inevitable no sucumbir ante lo que escribió):
-¿puedo preguntarles, señores, por qué prefieren pasar su tiempo libre en un cuarto que, por lo que puedo ver, sólo está amueblado con escobas? Y, dado que la raza humana ha progresado hasta el punto de fabricar 17.000 sillas al día, excepto los domingos... —se interrumpió un instante. Rose y Key lo miraban boquiabiertos—. ¿Les importaría decirme —continuó Peter— por qué han decidido sentarse sobre objetos que tienen como fin el transporte de agua de un lugar a otro?

De aquí se desliga la idea de sentirse único. Soy como todos, y alguna vez alguien lo ha hecho.

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