Se quebró la ventana y, de tarde,
entre el humo y alondras,
se alejaba el ocaso tras tu cabello,
iniciando siluetas
advirtiendo fonemas,
propuestas sin retorno
conversaciones calladas:
Hoy, como de noche,
al abrigo de estrellas,
brindamos entre pieles por los hijos,
batallas sin trincheras,
retornos no esperados
y el último alivio.
Dos veces vi Orión y luna menguante:
Empezamos sin espera las visitas,
y, esperando, se nos fue la vida.
El rocío del día que nos cubrió,
territorio desconocido y familiar,
en que nos sumergimos;
callada pradera menonita;
nos faltó memoria para el tiempo
pero hicimos del espacio lecho
y de murmullos nuestra canción:
Chiquita,
me gusta como luce la luz del atardecer entre tu cabellera
al ir rumbo al río