miércoles, 8 de febrero de 2017

Llanto de El terror de Occidente






































LA INVASIÓN de GIBRÁN

A veces cuando te veo
recupero la nostalgia de saberme equivocado, infinito
andar encima de autobuses rumbo al trabajo
sin saber de dónde provino tu sueño.
Otras veces, al mirarte
sé que he olvidado las preocupaciones en casa,
aderezar las paredes y regar el naranjo:
Llorabas y no sabíamos llorar contigo.

A veces fui de noche
te imaginaba entrevistándome respecto a mis heridas,
prolongar el tiempo en la granja de hormigas.

Éramos cristales de agua aquel invierno,
vendedores a tiempo completo del silencio
aliento perdido de nuestros ancestros.

Detuve mis pasos temprano
te escuchaba y mi alma se agrietaba de pronto:
Hace un lustro aprendí a omitir lágrimas;
así de simple;
y sólo quería tu llegada para mostrarte
que es mejor hacer inventario
valoración de daños
en busca de la pieza faltante,
hasta reemplazarla,
mas tu nombre impronunciable aún no caminaba,
las maestras aguardaban los elogios
sin que pudiéramos preguntarte sobre lo que deseabas:
Alimento no era
             dormir tampoco:
Seguías a espera de Tchaikovsky
                      su manto etéreo de luces y sombras,
valles que tu aeroplano vigilara
                     el zoológico de peluches:
Vamos a pasear despreocupados,

                      enterré mi llanto para que me invadiera el tuyo.

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