viernes, 15 de julio de 2016

Misión en el norte



En un rincón que en sí más bien lo describiría como la habitación de un hotel que en verdad no era hotel, sino un lugar de alojamiento con ventanas. Una de ellas me acercaba a las montañas a menos de trescientos metros, un río, el sonido de las rocas paseándose por las cuencas y las nubes agolpándose a las cimas. Noche, mañana. Lo mejor era al atardecer y amanecer, donde niebla y lluvia aparecían. Pero esa noche, de la que quiero hablar, había luciérnagas. Fue preciso el instante temporal, pues un par de años atrás estaba en un sitio semejante pensando similares ideas, y, por supuesto, estaban las luces fugaces. Ambos sitios tenían la misma forma y eran; ahora lo sabía; un eslabón, una pausa, sin buscarla pero sabiendo que debía ser tomada así. 
Esa noche, pude haber abierto las puertas de fuego, pero opté por leer, esperar, respirar. 
¿Cuántas muertes seguirán intactas en los riscos y mareas?
¿Qué imagen de idilio aparecerá cuando despierte en mi lecho?
Ahora, que recuerdo, es vital que anuncie que las dos noches precedentes tuve sueños magníficos del tipo que quieres escribir pero sabes que es necesario un proyector y efectos especiales...

Deseos desde el cuartel
(recién llegado de misión)


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