lunes, 17 de enero de 2011


He vivido los días y las noches
desde su nacimiento hasta su muerte,
y en ellos encuentro el vacío de tu mirada.
Ya no hubo peces enrollados,
y hasta se perdieron las tenazas de los cangrejos,
pero en tu boca se inició la voz
el silencio, la palabra que se despidió.
Se fue otro momento para ser solo
pero me acompaña el palpitar de tu recuerdo.
El pestañeo de lo que fui se asoma
saluda, y regresa por el cielo despejado.
Rápido va la imagen del fuego detrás de él,
golpeando la sangre de mi rostro,
las lágrimas de mis llagas,
y los cuerpos esparcidos en tu campo de juego.
Delante de mi reverencia
existe el inicio de lo que fuimos,
lo fundado y lo que sepultaste.

He fumado de la pipa de la vida
y deseo permanecer atado al humo
los días y las noches que nazcan
que mueran, que se enciendan con mi nombre
en el corazón inerte de mis suspiros.

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