Ausencia
No estaba dispuesto a dormir. Las sombras retomaron su reino cuando salí del cine. Mas bien era un teatro del siglo XIX adecuado para la proyección del film. Iniciaba con la historia de un hombre que pierde la dirección de una empresa que creaba electricidad, haciendo que su sueño se perdiera. Lo nombraron héroe. Su mujer lo amaba: “Ahora y siempre, pase lo que pase”, se juraron. Con aquella frase de cobijo, quería envolver el vacío en mi alma, ya que un pesado dolor me oprimió por no poder yo decir aquello. Ese hombre salvó miles de chinos, incluso siendo alemán. La noche helada recibía mi reflexión en los vidrios de los escaparates. Serenamente el viento reburujaba pequeñas partículas de humo, de polvo y de ideas. Con la claridad de la noche, un gusto surgía en mí: ir a un café a beber y tal vez comer. Sabía que no dormiría, y me parapetaba detrás de dos espressos para la batalla contra el sueño. Lo admito, es lo más venerado de mi vida, pero debía mantenerme alerta, pues las luces l...