Oír Beethoven
se me hacía algo áspero, pretencioso, snob. Un simplismo para resumir un género
sin haberlo procurado. Mi acercamiento a dicho género tuvo su inicio cuando
madre colocaba el dial en ciertas estaciones. Ahora lo sé, pero en ese tiempo
sólo me limitaba a ser un espectador. Lo siguiente que recuerdo es haber oído
que Mozart hacía que los niños fueran más inteligentes, y, por ese entonces que
mi mamá recibía la revista Selecciones, vi que se vendía una colección de él,
así que la compré. Ahora que lo pienso y escribo, el haberlo realizado a los
once o doce años, me hace sentir extraño. Solía escucharlos sin estar plenamente
convencido, ya saben, buscaba el resultado sin mucho adentrarse en el
contenido. Desconozco el nivel de los efectos que realizó. Años después, que
madre tenía Cd´s que mi hermano le regaló, en algún momento copié a Bizet, y a
otros, que ahora no recuerdo su nombre pero siguen en algún rincón de mi computadora.
Acotación.
Sé bien que dicho género había sido presenciado por mí no sólo en la radio, sino
en películas, series, televisión. Algunas veces era hasta gracioso, ya saben,
ver a Tom y Jerry en persecución con algo tipo Tchaikovsky.
Ahora
bien, el tiempo pasaba, las experiencias comenzaron a acumularse como granos de
arena sobre la esfinge. En ocasiones llegué a procurar dos que tres
compositores que ni supe el nombre hasta que llegó un momento en 2011.
Mencionaré que aún sentía algo de aversión por mencionar que solía oír el
género, no quería considerarme snob. Luego, como si se me hubiera preparado
para algo desconocido, asistí a un concierto en un febrero que me dejó
impactado. El compositor del repertorio fue Mahler. Estando ahí, no por primera
vez, sentí que debía crear en base a lo desencadenado en mí debido a la
vibración sonora sentida, oída. Y lo dije a quien me acompañó, que fue una
persona importante, vital, en mi existencia. Poco después comencé una novela.
Al irla creando quise instruirme más sobre el tema, ya saben, compositores, sus
biografías, las distintas vertientes. En dicha fase adquirí más Cd´s. Y, en
algún punto, me topé con Beethoven. No recuerdo si fue la Novena u algo más, lo que sí sé es que cuando oí la Novena,
sentí que el paraíso descendió, los colores adquirían una expresión sólida, el
olfato se adentraba en los recuerdos, y el futuro era una partícula que
recorría la sangre. Una y otra vez la escuchaba. La combinada con cualquiera de
Mahler. Adquirí más Beethoven. Y, en el transcurso en que Debussy se anteponía,
supe por qué varias voces llegaron a hacer referencia a ese apellido.
Meses
después, ya viviendo solo, solía despertar a las seis de la mañana a los
vecinos, en domingo, con la Novena. Hasta ese punto llegó mi admiración. No
excluyo a Debussy, Tchaikovsky, Mahler, ni Bach. Cada uno tuvo su espacio. Por
ahora no me adentro en las sensaciones destrabadas al evocarlo por el simple
hecho de que mi punto es expresar los cambios de perspectiva con respecto a un
tópico. Si de mí dependiera, haría una novela de cada sinfonía de cada
compositor, pero es una idea que no doy cabida en este ahora.
En
ese entonces fue lo único que escuchaba, incluso estando bebiendo. A lo cual,
quien me conoce, se le hacía extraño.
Una
vez leí que un poeta, famoso, en su juventud, fue con sus compañeros a tomar, y
colocaron el álbum de la Novena. De inmediato me identifiqué por las consecuencias
que deseaban alcanzar.
Hasta
aquí quiero dejar el punto.
Hoy
día, gracias a las coincidencias intrínsecas de la vida, puedo llegar a casa,
buscar un vecino, y colocar dicho género sólo para presenciarlo, bebiendo, en
soledad…
Desde
el cuartel saludo a los futuros amaneceres donde una persona no nacida
sucumbirá al placer de una melodía inteligente, sentimental, que confunde y
evoca esa experiencia que llamamos eternidad.